DE MURCIA AL CIELO. Por Carmen Celdrán.
Hay lugares, aquí al lado, que contienen una enorme carga histórica, testigos del devenir de esta aventura apasionante y azarosa que es la historia del ser humano. Lugares cotidianos, que apenas son tenidos en cuenta por la gente, preocupada por los mil avatares del día a día. En algunos sitios tienen suerte, sus políticos han sabido comprender la trascendencia del lugar y lo han “puesto en valor” (como se dice ahora) “turistizándolos” y “empoderándolos” para “darles visibilidad”. El caso paradigmático es Atapuerca. Desde los años 90 del siglo pasado, los yacimientos de la sierra cercana a Burgos han contado, con toda justicia, con una repercusión turística y mediática que les ha llevado a ser declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Parecería que en Atapuerca, yacimiento de extraordinario valor e interés, se hubiera descubierto el fuego… y sin embargo el fuego fue descubierto en Caravaca. Quizás esta afirmación sea exagerada. Con toda seguridad los homínidos que habitaban África ya utilizaban el fuego antes de que esta zona fuera poblada por humanos, pero si nos atenemos a los registros paleontológicos, los restos de fuego creado por el hombre (o más exactamente por neandertales) más antiguos de Europa se encuentran en la Cueva Negra. También allí se localiza uno de los enterramientos prehistóricos más extensos de Europa. Todo ello, como suele ocurrir por estas tierras, no tiene la relevancia turística necesaria para desplazar a miles de turistas, llevarlos a visitar el yacimiento, darles de comer en un caro restaurante construido ad hoc y venderles camisetas y recuerdos.
Pero la importancia de Caravaca no termina, ni mucho menos, con el invento del fuego. En la Edad Media, el antiguo poblamiento sirvió de frontera entre el Reino de Granada y el de Murcia; incrementándose su importancia y valor con la capitulación de Murcia a Castilla.
Los templarios llegaron al Reino de Murcia con Jaime I, Rey de Aragón; aunque fue su yerno, Alfonso X quien les encomendó Caravaca para la defensa de la frontera. En este contexto de luchas entre reyes musulmanes y cristianos aparece, de manera ignota, la Vera Cruz de Caravaca. Se trata de una cruz de madera de doble brazo que se identifica con el pectoral del Patriarca de Jerusalén y que se considera elaborada con madera de la Cruz en que fue crucificado Jesús.
La leyenda cuenta que, estando en Caravaca el rey de Valencia (Abu Ceyt) en 1232, mandó traer a los cautivos cristianos para interrogarlos sobre sus oficios, encontrándose entre ellos un sacerdote, Ginés Pérez Chirinos, a quien el rey mandó realizar una Misa cristiana. El cura, por su parte, se negó, al faltarle lo más importante: una Cruz sobre el Altar. En ese momento, según la leyenda, entraron por la ventana dos angelitos que portaban la Vera Cruz. De este episodio se conserva la ventana, que fue recortada cuando se derribó la capilla. Se trata de un óculo gótico de unos 75 centímetros que contiene una esvástica y numerosos signos, cuya interpretación ha traído de cabeza a los investigadores.
Respecto a la Cruz, se veneró como Santa hasta 1934, en que fue misteriosamente robada del Sagrario sin que la Policía pudiera aclarar este sacrilegio. Posteriormente, el Vaticano regaló a Caravaca dos astillas de la Cruz para reestablecer el culto que se había perdido. Desde entonces los caravaqueños han sabido recuperar las tradiciones medievales, con unas fiestas en honor de la Vera Cruz declaradas de Interés Turístico Internacional.
En 1998, el Papa Juan Pablo II concedió a Caravaca el Año Jubilar a perpetuidad, declarándola Ciudad Santa junto con Roma, Jerusalén, Santiago y Santo Toribio de Liébana. A raíz de ello se intenta impulsar un camino de peregrinación al estilo del de Santiago que aportaría a la comarca indudables beneficios.
Caravaca podría ser, si se vuelcan todos los esfuerzos y se invierte lo necesario, el gran motor de turismo cultural del interior, sólo comparable al éxito de Cartagena. Para ello hace falta que nuestros políticos asuman que el patrimonio, la historia y la cultura pueden ser un recurso económico de primer orden.

@CarmenCeldran