LAS TRAICIONES

HISTORIAS DE UN SOLTERO DESENCANTADO. Por José Antonio Martínez-Abarca.

Un conocido a quien considero sabio y a pesar de eso pasablemente alegre me pilló en uno de esos días profundos. Le pregunté qué opinaba sobre la vida, así en bloque considerada. Creí que me iba a responder algo parecido a lo que dijo sobre ese asunto de la existencia el escritor Josep Pla, catalán y sin embargo no nacionalista. Por cierto, digo no nacionalista a pesar de unas líneas hasta ahora desconocidas que acaban de publicarse por primera vez en castellano en el libro «Hacerse todas las ilusiones posibles», sobre la pobre alma catalana sojuzgada por España, que podría haber firmado perfectamente Puigdemont desde Bélgica y que, imagino, dada la fecha en que las escribió, se debieron al sordo cabreo que tenía Pla por la pobreza general de la larguísima postguerra (con el desarrollismo de los años 60, Pla fue depurándose en un catalanismo acendradamente antinacionalista y, más personalmente, antipujolista). A Pla, en fin, un periodista murciano le preguntó qué le había parecido la vida, pues estaba cercano a cumplir los ochenta años. Respondió: «bastante poca cosa». Tiene su miga la frase y termina «en forma de cola de pescado», en dos direcciones bifurcadas, que es como decía el propio Pla que terminaban todas las frases en castellano, incluidas por supuesto las suyas.

Mi conocido, sin embargo, no dijo nada parecido a eso. Ante mi pregunta tan honda y por ello tan tonta, respiró, se quedó unos instantes pensativo para que pareciera que no tenía preparada desde hacía muchos años la respuesta para una ocasión semejante (cuando era evidente que sí la tenía preparada) y me dijo:

-Mira, sobre la vida todos recibimos tarde o temprano dos noticias, una buena y una mala.

-Primero hazme saber la mala, claro.

-La noticia mala es que dura poco.

-¿Y la buena?

-La noticia buena también es que dura poco.


LO ÚNICO QUE ESTÁ CLARO PARA TODOS ES QUE NO IMPORTA DEMASIADO SI LA VIDA ES BUENA O MALA, BELLA O FEA, SINO QUE LO QUE ES INDISCUTIBLE ES QUE ES BREVE


Mi conocido tenía razón. Por mala que pueda pensarse que es la vida, y así la consideraba sin ningún tipo de remilgos el filósofo Schopenhauer, al que no le entraba en la cabeza que nadie en su sano juicio ni con pleno uso de su libre voluntad pudiera estar de acuerdo siquiera en haber nacido, lo bueno en cualquier caso -para esas personas sufrientes- es que durará poco.

Y lo mismo les ocurre a aquellos que consideran que la vida es lo más vivificante que les ha pasado, que sí merece la pena, y que lo malo es que se acaba pronto, cuando uno empezaba a cogerle el gusto. El resultado de la vida es idéntico en ambos casos, tanto para felices como para desgraciados, aunque parezca lo contrario. Es lo que exclamaba, en la mejor línea de guion, el personaje de un productor de Hollywood en la película «Argo», sobre el rescate en el año 1979 de los miembros de la embajada estadounidense en el Irán del Allatolah Jomeini: «¡malas noticias, todo son malas noticias, ahora hasta las buenas noticias son malas noticias!». Lo único que está claro para todos es que no importa demasiado si la vida es buena o mala, bella o fea, sino que lo que es indiscutible es que es breve. No importa demasiado, por ejemplo, si alguna mujer nos ha traicionado especialmente en la vida. Que no importe no quiere decir que no haya dejado impronta como un hierro al rojo. De esas traiciones va la vida, precisamente, y no hay forma de escapar a ellas a no ser que uno no se relacione con la sociedad en absoluto. A una conocida poco piadosa con la vulgaridad suelen llevársela los demonios cuando oye hablar a sus amigas, en las cenas de chicas, siguiendo el conocido lugar común, de «lo cabrones que son los tíos», porque siempre la tienen hecha.

-¿Tú consideras que formo parte de ese colectivo de -por seguir utilizando el término científico de tus amigas- «cabrones»?


LAS TRAICIONES NOS DEJAN ESCÉPTICOS PARA LOS RESTOS Y SON EN REALIDAD UNA INICIACIÓN A LA VIDA ADULTA


-Todos estamos en ese colectivo, querido -responde ella-. Empezando por mis amigas. La decepción con el mundo, la traición de la gente es consustancial al propio curso de la vida, no una cuestión de género humano. La persona adulta a quien no la hayan traicionado vilmente unas cuantas veces en varios órdenes de la vida, de todas las formas imaginables y algunas de las inimaginables, es que no ha vivido absolutamente nada. Mejor que se dedique a otra cosa.

Las traiciones que nos dejan escépticos para los restos y que son en realidad una iniciación a la vida adulta. Hay vidas adultas que no llegan antes de los ochenta años y habiendo sido traicionados por mujeres y hombres no menos de cinco o seis veces. La traición, una de esas que crea unas vivas, aunque afortunadamente momentáneas, ganas de retirarse al más inaccesible picacho de un monasterio ortodoxo en Meteora, a no ver a nadie nunca más, nos hace ver a la sociedad tal cual es. Es cuando la destrucción del mito de que todo el mundo es bueno (ni bueno ni malo, es solo el que es) se viene a unir a la pérdida de confianza en el ratoncito Pérez, la muerte de la mamá de Bambi, y otros dramas de la infancia que dejan de significar nada cuando accedemos a la verdadera comprensión del mundo.

Es decir, la comprensión auténtica de la vida, que cuando eres joven, tras algún duro desengaño, piensas que «te debe una», hasta que te das cuenta que en la vida, la buena y la mala, te seguirán traicionando, seguirás traicionando, y nadie se debe ni paga nada, nunca.


José A. Martínez-Abarca

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