LA CARA B. Por Antonio Rentero.
“Cuando me operaron del hombro izquierdo se acabó para mí una prometedora carrera de lanzador de jabalina.
En realidad hubiera hecho falta que yo fuese zurdo y que además supiese lanzar la jabalina, pero lo que en realidad sí tuve que abandonar fue la práctica del baloncesto, debiendo olvidarme de mi participación en la liga de veteranos donde tan buenos momentos disfrutaba.
En casa todos practicamos el baloncesto, incluidos mi mujer y mi hijo pero yo me quedé en el dique seco hasta que, acompañándole a él a sus partidos, surgió la oportunidad de entrenar y ahí descubrí que en las categorías infantiles son los propios entrenadores los que pitan como árbitros los partidos. Esto supone un importante ejercicio de confianza y además una manera extraordinaria de continuar esa labor de educación dentro de la pista tanto con tus propios jugadores como con los del equipo contrario.
Para pasar a entrenar categorías superiores tuve que asistir a un curso inicial y posteriores seminarios con sesiones técnicas específicas. Sacándole 20 años al resto de compañeros y teniendo que arbitrar a adolescentes en plena ebullición de hormonas y poderío físico, no te queda otra que mantenerte. Si no en los contraataques no tendrías modo de llegar tú antes que el jugador a la línea de fondo desde donde debes supervisar el juego. Afortunadamente esto me permite seguir vinculado al baloncesto pero sin tener que concederle nueve horas a la semana. Estoy obligado a hacer deporte y sigo vinculado al baloncesto. Y gracias a la tecnología, con una app los árbitros podemos organizarnos para seleccionar los días y las horas que tenemos disponibles para poder acudir a los encuentros.
Pitando a categorías infantiles te das cuenta de que tu labor principal es educar. Son partidos en que todos los niños hacen muchos pasos, por ejemplo, pero solo pitas si se generan situación de ventaja porque si no terminas bloqueando el juego. Estas dentro del juego, haces deporte, educas a los chavales, les llamas la atención sobre las cosas que no hacen bien para corregirles.
Notas en la pista el carácter del jugador, sabes quién te va a protestar aunque él mismo sepa que la falta está bien pitada, y basta una mirada para que se dé cuenta de que debe reconocer que lo ha hecho mal. El chaval está pensando que su entrenador le va a echar una bronca, que van perdiendo, que no tenía que haberlo hecho… yo estoy aquí para vigilar que lo hace bien, si me hace aspavientos tengo que educarle en la responsabilidad sobre sus actos y en el respeto a los demás. Tus actos individuales generan una situación que tiene consecuencias que afectan al equipo. Educas en la responsabilidad, individual y colectiva.
En el basket no hay tanta proporción de “padres entrenadores” como en el fútbol, en parte porque hay muchos detalles técnicos que solo puedes protestarlos si realmente dominas una normativa compleja que además en los últimos tiempos ha cambiado mucho. Protestas pero no insultas
A pesar de todo, te das cuenta de que hay padres que buscan que su hijo juegue; y otros, que gane. Con los entrenadores sucede igual. Y al final los jugadores son la extensión del entrenador y reciben la inevitable influencia de sus padres, pero yo me pregunto ¿quieres ganar o quieres educar?
Hay entrenadores que obtienen más rendimiento de una derrota que de una victoria porque hay lecciones para sus jugadores en ese revés. Algunos niños si ven que siempre ganan, se quedan sin motivación, especialmente cuando se enfrentan equipos muy desiguales en los que hay diferencias abismales de puntuación. De hecho cuando se superan los 50 puntos de ventaja se concede victoria por KO y, aunque se siga jugando el encuentro, ya no se cuentan las canastas. Y me ha sucedido que niños que iban perdiendo por más de 50 puntos me preguntaban si iban ganando ellos. No están preocupados por el marcador, solo están disfrutando del baloncesto.
Es posible que en la vida a veces hubiera que hacer algo similar. Ganar de muchos puntos está sobrevalorado. Quizá, incluso ganar lo esté.
Me llamo Paco Viudes y aunque pocos lo saben soy árbitro de baloncesto.”