SALUD EN EL ANTROPOCENO. Por María Trinidad Herrerero
Las golondrinas son aves insectívoras que emigran infatigablemente buscando temperaturas templadas donde asegurar refugios y alimentos para ellas y para su prole. En nuestras latitudes, en todo el territorio español, las podemos ver desde el inicio de la primavera hasta final del verano. Los agricultores y viticultores las esperan con anhelo: su presencia es un soplo de esperanza.
Estos simpáticos pajaritos de pico corto de color negro azabache, de cuerpo negro azulado, con frente y barbas rojizas y con alas significativamente puntiagudas no sobrepasan los quince centímetros desde la cabeza hasta el final de su larga cola. Las golondrinas son aves monógamas. Cuando encuentran su pareja, la conservan para toda la vida. Son señal de fidelidad, de amor, de cariño perpetuo; y representan la lealtad y fidelidad, el amor a la familia.
Se las ha considerado amuletos de la buena suerte, ya que cuando aparecen transmiten las ganas de vivir y buen humor indicando que la primavera llega con luz y calor. A partir de entonces, la naturaleza despierta en una sinfonía de colores, olores y sonidos, amenizada por sus trinos. Cuando las golondrinas cantan, es un canto a la libertad. Sus vuelos son rápidos, revolotean en el aire en “una danza a dos” de gran plasticidad y belleza que solo interrumpen al agazaparse en los nidos cuando barruntan que va a haber tormenta.
El nido es su casa y cada pareja suele regresar al que construyeron previamente. Es un nido muy característico, acoplado en las cornisas de forma muy particular. De hecho, en medicina diferentes estructuras anatómicas del cuerpo humano se denominan “en nido de golondrina”, como las tres valvas de la válvula de la arteria aorta o las válvulas de las venas superficiales de las piernas, que cuando se deforman dan lugar a las varices.
En diferentes culturas, se cree que cuando una pareja de golondrinas hace su nido en una casa es reflejo de buena suerte y de felicidad. Por ello, nunca se debe destruir un nido de golondrinas (y de ningún otro animal, por supuesto) porque será una señal de peligro y posible porta mala fortuna para “siempre jamás”.
Lamentablemente, las golondrinas no suelen hacer sus nidos en las grandes ciudades porque son muy sensibles a la contaminación y muchas ciudades tienen niveles de contaminación por encima de lo aconsejable para ellas. Son, por tanto, un detector de la limpieza del aire, así como de la presencia o no de otros animales, como los insectos. De hecho, al ser pájaros insectívoros, ayudan al equilibrio en la naturaleza, ya que una pareja de golondrinas puede comer al día más de 1.500 moscas y mosquitos, manteniendo de forma saludable la armonía de la naturaleza (sin utilizar insecticidas dañinos).
Para seguir disfrutando del vuelo de las golondrinas cada primavera, habrá que concienciarse, combatir la contaminación y preservar el medio ambiente
Más allá de sus costumbres, a las golondrinas se les atribuyen significados espirituales en diferentes culturas. En el antiguo Egipto se identificaban con las estrellas de la Osa Mayor, y se creía que eran “las guardianas” de las almas de personas fallecidas. Así, se las protegía con gran celo, porque se las identificaba con la diosa Isis y el “ba” o alma purificada. En China, las golondrinas salvaguardan la felicidad del nuevo matrimonio y simbolizan la felicidad de los recién nacidos. En Japón, su canto anuncia el amanecer siendo signo del alma libre. La tradición judía indica que ayudaron a Dios a construir el paraíso, y fueron las golondrinas quienes quitaron las espinas clavadas de la corona de Jesucristo.
Las golondrinas no se aferran al suelo. Su comportamiento indica que hay que liberarse de las cosas terrenales y mundanas que nos aprisionan. El cielo y la vida son más importantes y, a pesar de los problemas, siempre hay que levantarse y volar alto, con libertad, y seguir adelante.
Deberíamos poner una pareja de golondrinas en nuestra vida, siempre en libertad, no enjauladas, porque deben tener la capacidad de desplazarse cuando lo deseen. Pero para seguir disfrutando del vuelo de las golondrinas cada primavera, habrá que concienciarse, combatir la contaminación y preservar el medio ambiente, cada cual, responsablemente, desde sus posibilidades; porque si no las golondrinas cambiarán sus hábitos y sería lamentable perder su presencia, servicio y significado.