LA MONTAÑA AZUL

MESA CAMILLA. Por Paco López Mengual.

Conocí a Diego López, quien se hacía llamar el Profeta, la mañana que entró en mi mercería. “No vengo a pedir dinero para comida ni para drogas –me dijo-; recojo donativos con los que adquirir pintura de color azul para seguir luchando contra el demonio”. Meses atrás había leído su historia en la prensa y sabía que llevaba bastante tiempo pintando de color celeste- el color del Cielo- el peñasco que corona el Cabezo de Torres. Me contó que tuvo una juventud atropellada. El consumo de drogas le llevó a cometer una espiral de pequeños delitos que acabó con un atraco a mano armada, por el que fue condenado a prisión. Tras una estancia en la cárcel, regresó a su casa con la intención de vivir una vida tranquila, sin sobresaltos, alejada de los pecados y las tentaciones que tanto ennegrecieron sus años de juventud. Pero pronto, la quietud que pretendía se vio alterada una tarde cuando, al igual que le ocurrió a Noé, Moisés o Abraham, recibió la visita de Dios. Ese día, tras una copiosa comida y mientras dormía la siesta, se le apareció Dios. Al abrir los ojos y verlo con la túnica, las barbas y la melena blanca, el ex presidiario se puso muy nervioso; pensó que había llegado su hora. Dios le tranquilizó: “No te asustes, hijo mío. Por ahora, no vengo a llevarte conmigo al Reino de los Cielos, sino a encomendarte una misión: a partir de ahora, tienes que consagrar tu vida a luchar contra el Maligno, esa bestia que un día te poseyó”. El Señor le ordenó que se incorporara del camastro en el que estaba echando la siesta y le acompañara hasta la ventana. Una vez allí, con gesto paternal, le pasó la mano sobre el hombro y le mostró la montaña que se elevaba detrás de la casa. “Te ordeno que la pintes de color azul, del color del Cielo; y así, mi Enemigo huirá de este rincón de la Tierra, dejando en paz a las personas que lo habitan.” Entonces, ante sus propios ojos, la nítida imagen del Todopoderoso comenzó a difuminarse en una nebulosa hasta desaparecer por completo. Esa misma tarde, sin demora, compró un bote de pintura y una brocha y comenzó a obedecer el mandato divino.

Durante cinco años, Diego dedicó a su labor muchas horas al día; desde que salía el sol hasta el anochecer. Palmo a palmo de tierra, piedra a piedra, el color azul comenzó a extenderse por la montaña, como el fruto de una insólita erupción volcánica. Al final, la montaña adquirió un aspecto monumental y el azul se divisaba desde varios kilómetros de distancia. Pronto comenzaron a subir hasta allí curiosos, turistas y televisiones, y el Profeta y su obra tuvieron una gran repercusión mediática. En ocasiones, incluso se veía a personas sentadas sobre alguna de las peñas, rezando. Años antes, ningún vecino hubiese creído que aquella obstinada locura sirviera un día de reclamo turístico, y que hasta parejas de novios eligiesen el lugar como escenario de su reportaje de bodas.

Esa misma tarde, sin demora, compró un bote de pintura y una brocha y comenzó a obedecer el mandato divino

Un día, quizás tras otra orden divina, cerró su casa y desapareció. Había quien decía en el Cabezo que había ingresado como fraile en un convento de clausura en el País Vasco, a orillas del Cantábrico, tal vez atraído por el azul de aquel mar; otros defendían una versión menos mística, asegurando que se había trasladado a Tenerife, a trabajar en el tranvía. Lo cierto es que cuando llegó la noticia de su temprana muerte nadie supo con certeza dónde había ocurrido. Y a pesar de que un grupo de conocidos organizó una misa funeral por su alma, nunca llegó a Murcia su cadáver.

La lluvia, el sol y el tiempo, de forma lenta, pero inexorable, van restando lustre y color a la montaña que un día pintara un hombre que se creyó profeta. El deterioro de la obra comienza a ser palpable. Quizás por miedo a que lo tilden de loco, ningún político se ha propuesto restaurar el azul de esas piedras que lograron ahuyentar a Lucifer, a la vez que simular la visión de una porción de Cielo en la Tierra. Y todo ello sin olvidar una certeza: desde que Diego López, el Profeta, pintara la montaña de azul no se ha tenido noticia de la presencia del Demonio en el Cabezo de Torres. Que se sepa.

Paco López Mengual.

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