MI PUNTO DE VISTA. Por Pilar García Cano.
Hace años, bastantes años, en las escuelas se solía poner a copiar a los alumnos de forma repetitiva frases referentes a conductas disruptivas en el ámbito escolar, pretendiendo corregirlas, como: “No empujaré bajando las escaleras”, o actos similares. Se creía entonces que si se repetían por escrito el cerebro integraba la orden y el niño cambiaría la conducta que se pretendía modificar.
Como es natural esto no ocurría, y solo se conseguía que cada frase que escribía fuera deteriorando la calidad de la letra, hasta ser totalmente ilegible.
Las maestras de educación infantil saben que las rutinas que trabajan todos los días generan hábitos de comportamiento que nos permiten vivir y desarrollarnos a nivel personal y social. Ordenar los juegos que se utilizan o lavarse las manos después de ir al baño, entre otras, se transforman en conductas. Indudablemente la participación de las familias es fundamental para conseguir buenos hábitos. En casa se debe hacer lo mismo.
Cuando el niño inicia su escolarización en el segundo ciclo de la Educación Infantil a los 3 años, entran con el lenguaje oral adquirido en el ámbito familiar. En las aulas se sigue trabajando ampliando su vocabulario, pero también se hace algo muy importante: se le enseña a pensar antes de hablar. Pensamiento y lenguaje van de la mano para transmitir conocimientos, emociones y sentimientos.
Las letras, ya expliqué en mi artículo anterior, los niños las van integrando junto con las imágenes que perciben, ¿pero qué pasa con la escritura? Para poder escribir, es necesario el desarrollo de las habilidades motrices, y cada niño lleva su propia evolución.
En las aulas se potencia, primero los trazos grandes y la coordinación óculo-manual hasta llegar a la motricidad fina. La letra manuscrita lleva un proceso largo, ya que se trabajan, trazo y dirección, así como los enlaces de las letras.
Los sistemas informáticos han llegado para quedarse, pero yo creo que nunca podrán sustituir del todo las tareas escolares en papel
Cuando el niño domina el proceso de escritura, se adueña no solo de lo que escribe como transmisor de conocimientos, sentimientos y emociones, sino también de su estilo de letra y la personaliza de tal forma que no hay dos letras iguales. La escritura la hace personal e intransferible, y los afianza como seres únicos e irrepetibles con derecho a la individualidad.
En la Enseñanza Primaria, que es la etapa educativa donde se trabaja la gramática en el proceso de aprendizaje de la lectura y escritura, los alumnos ya están acostumbrados a obtener información de forma inmediata con las aplicaciones de un teléfono, una tablet o en un ordenador, en su caso. Su cerebro ha desarrollado áreas de aprendizaje novedosas para los adultos.
Los sistemas informáticos han llegado para quedarse, pero yo creo que nunca podrán sustituir del todo las tareas escolares en papel, y no debemos olvidar que muchas destrezas como la escritura manuscrita y la lectura están muy estrechamente ligadas al desarrollo de las capacidades intelectuales.
En las aulas hay que replantearse en muchos casos las estrategias metodológicas que se utilizan, dando respuestas individuales y creativas al alumno. No tiene mucho sentido la enorme cantidad de papel impreso que el niño transporta en sus mochilas en esta etapa, ni la cantidad de deberes rutinarios y aburridos que en muchos casos desesperan al niño y a las familias.
Yo creo que todos estaríamos de acuerdo en afirmar que no se puede prescindir de la letra manuscrita. Sin embargo, la escritura por los adultos en el ordenador ha ido de forma progresiva desplazando a la manuscrita, cambiando los hábitos y formas de escribir.
Desde mi punto de vista, una sociedad tan cambiante tecnológicamente y con tantas desigualdades sociales y económicas hace que se presenten nuevos problemas educativos, a los que hay que buscar nuevas soluciones.