LA CURVA PRAXITELIANA

PINCELADAS. Por Zacarías Cerezo.

Se da por hecho que la línea recta no existía en el universo hasta que la creó el ser humano. Jack McDevitt mantiene esta filosofía en su serie de ciencia ficción “Las Máquinas de Dios”, en la que unas misteriosas nubes detectan todo objeto que contenga líneas rectas y lo destruyen, por considerarlo producto de una civilización avanzada y, por lo tanto, un peligro.

Fantasías aparte, la mayoría de artistas, escultores, pintores, arquitectos… en su búsqueda de la belleza se han inspirado en las formas de la naturaleza, que son de todo menos rectas. Gaudí dijo: “No hay líneas rectas o curvas cerradas en la naturaleza. Por lo tanto, los edificios no deben tener líneas rectas o curvas cerradas”.

En la Antigua Grecia, una vez rota la rigidez arcaica de la escultura por el contrapposto, creado por Policleto (concepto tan valioso que sigue vigente: véase el San Juan de Salzillo, que avanza un pie haciendo que las caderas se balanceen en un sentido y los hombros en otro y da a la figura un movimiento de avance), Praxíteles quiso evolucionar para dar más flexibilidad a sus obras. Se dice que el escultor andaba mucho tiempo a la búsqueda de soluciones que dieran naturalismo a sus esculturas, y fue observando las evoluciones de una lagartija en el tronco de un algarrobo donde las encontró.

No sabemos si es cierto, pero, ¡cómo nos gustan estas historias!; lo cierto es que Praxíteles inventó la que se ha dado en llamar la curva praxiteliana: acentuó el contrapposto de Policleto poniendo todo el peso corporal de sus personajes en una pierna, de tal manera que las caderas oscilan y la simetría queda fulminada. Las figuras abandonan la frontalidad y pueden ser vistas por todos sus lados; los rostros se giran, y la mirada no se dirige al infinito, sino que se “fija” en un objeto o punto de interés, ganando así naturalidad. El cuerpo adquiere forma de una suave S: la curva praxiteliana.

En la ilustración se reproduce el Apolo Sauróctono. El joven dios, que en su madurez matará a la serpiente Pitón, anticipa aquella hazaña con un simple lagarto al que amenaza con una flecha, que debió portar: una broma, quizás, del escultor. La figura se apoya en el tronco de un árbol, y es este un recurso necesario que utilizará Praxíteles con frecuencia, porque una escultura que “anda” y se apoya en un solo pie, difícilmente puede mantenerse en equilibrio, como sí lo hacemos los seres vivos, obviamente.

Zacarías Cerezo. @zacariascerezo@gmail.com

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