Fortificaciones medievales

Huellas de nuestro pasado, por Joaquín Pérez Egea

Palacio del castillejo y fortaleza de Monteagudo.

Tenemos el honor de contar en “huellas de nuestro pasado” con Julio Navarro Palazón, Investigador Científico del CSIC, adscrito a la Escuela de Estudios Árabes de Granada. Además de arqueólogo, es profesor de la universidad de Granada y autor de centenares de publicaciones sobre arqueología islámica, dedicadas en su mayoría al urbanismo y a la arquitectura del periodo andalusí.

¿Había fortificaciones urbanas en la Cora de Tudmir en el siglo VIII?

Al menos podemos mencionar los casos de Lorca, Orihuela, Begastri (Cehegín), Cartagena y la sede episcopal de «Eio» (Tolmo de Minateda, Hellín), que contaban con importantes defensas, que los musulmanes reutilizaron y reforzaron tras la conquista, configurando en algunas de ellas una nueva ciudad.

La ciudad de Murcia, ¿tuvo murallas desde su fundación?

Sí. Una fundación oficial como Murcia, debió estar fortificada desde su inicio. Hay que tener presente que fue edificada “ex-novo” en el siglo IX, para fortalecer el poder del emirato omeya en la región, siguiendo el modelo urbano de Córdoba, en el que la alcazaba con sus murallas, además de controlar el paso del rio se sitúa junto a la mequita aljama.

¿Cómo se gestionó el crecimiento de la población dentro de los recintos fundacionales?

Es fundamental saber que las murallas se diseñaron intentando aprovechar los accidentes topográficos que pudieran facilitar la defensa de la ciudad, en el caso de Murcia fue el río y alguna rambla, lo que explica la habitual permanencia de los perímetros amurallados en el mismo lugar a lo largo de los siglos. Lo que sí cambia y se transforma intensamente, con el paso del tiempo, son los paisajes intramuros que, pasan de ser dispersos y holgados, en los que conviven armoniosamente los primeros núcleos de casas con instalaciones artesanales, cementerios y huertos, a una realidad urbana abigarrada, resultado de unos largos procesos de densificación y saturación, que terminan “expulsando” extramuros a ciertas instalaciones que, al ocupar grandes superficies, dificultaban el desarrollo urbano, lo que dio origen a la formación de los primeros arrabales.

Es fundamental saber que las murallas se diseñaron intentando aprovechar los accidentes topográficos 

¿Los arrabales también se fortificaron?

Lo habitual es que terminaran teniendo su propia muralla. En el caso de Murcia, sabemos que instalaciones artesanales y cementerios comenzaron a salir del interior para ubicarse en el entorno de la muralla, e incluso conocemos como una almunia, como fue el Alcázar Seguir o Menor (Santa Clara), se fundó en el siglo XI extra muros. El incremento de la población también obligó a construir casas en las inmediaciones de los caminos que se acercaban a la ciudad, cerca de las puertas. Este progresivo “desbordamiento” obligó a proteger todos estos nuevos elementos que quedaban fuera de la ciudad, y para ello fue necesario construir las murallas del arrabal en el siglo XII.

¿Con qué finalidad se fundó el complejo arqueológico de Monteagudo?

Los siglos X y XI es un periodo de crecimiento demográfico y expansión urbana que explica que los espacios cultivados que rodeaban las ciudades también aumentaran, tanto los de secanos como las huertas. En este contexto se sitúa la fundación de la mayor parte de las almunias, fincas propiedad de las élites urbanas, diseñadas por igual como explotaciones agrícolas y como espacios dedicados a la ostentación y al placer de sus promotores. Los grandes beneficios económicos que aportaban y el prestigio que se obtenían de ellas, hizo que el Estado musulmán fundara en Murcia sus propias almunias y ejemplo de ello son las de Monteagudo y la que hay en el Puerto de la Cadena; esta última compuesta por el palacio fortificado del Portazgo y por el granero de la Asomada, ambos formaron un complejo arquitectónico inacabado que atribuimos a Ibn Mardanís.

Castillo de la Asomada

¿Qué elementos componían estas almunias?

A mediados del siglo XII, cuando la ciudad de Murcia se convierte en sede de un estado musulmán autónomo (emirato), con Ibn Mardanís a la cabeza, la almunia de Monteagudo sufre una gran transformación con el fin de que sus arquitecturas sean la expresión en el paisaje del poder de su promotor. Para ello se amplía y recrece la imponente fortaleza de Monteagudo que seguirá funcionando como un gran almacén estatal, a la vez que granero en el que se guarden los cereales producidos en la finca. En sus inmediaciones se construirá el palacio fortificado del Castillejo del que conviene aclarar que no tuvo funciones castrenses; su emplazamiento en la parte alta del área palatina permitía mostrar su imagen de poder, mediante torres y almenas, con el fin de que el lugar en el que se emplazaba el trono de Ibn Mardanís pudiera ser contemplado desde cualquier punto del valle del Segura. Por último, mencionaremos la existencia en el llano de una amplia zona palatina organizada en torno a un jardín de crucero; es aquí donde venimos excavando en los últimos años el equipo del CSIC que dirijo, con la colaboración del Instituto Arqueológico Alemán.

¿Qué sentido tenían las fortalezas situadas en pequeñas localidades?

Ciudades como Lorca y Orihuela contaron con murallas y alcazabas similares a las de Murcia, aunque en su interior acogieron aparatos políticos y administrativos de menor categoría. En lugares como Caravaca, Cehegín, Jumilla, Siyasa (Cieza), Aledo, Moratalla o Alhama las fortalezas sirvieron para la protección del territorio y de las comunidades musulmanas de su entorno, agrupadas en alquerías y en núcleos anexos al castillo, origen, en ocasiones, de los pueblos y ciudades que hoy conocemos.

¿Hubo muchos cambios en las murallas y fortalezas tras la conquista cristiana?

Nada se mantuvo igual. Es verdad que en la mayoría de los casos las murallas urbanas no modificaron sus perímetros, lo que no excluye que se realizaran obras de reparación y adaptación a las necesidades de la nueva sociedad que se instaló en las poblaciones musulmanas. La Murcia castellana de la segunda mitad del siglo XIII tuvo que hacer frente a la nueva realidad geopolítica que supuso convertirse en un espacio fronterizo, frente al reino nazarí de Granada y la Corona de Aragón. Mientras que esta situación se mantuvo a lo largo de los siglos XIV y XV fue necesario reparar y renovar las fortificaciones, e incluso construir algunas nuevas, pero a partir de la toma de Granada en 1492 se percibió que ya no había un peligro cercano. Aun así, se mantuvo la función castrense de algunas fortalezas hasta la Guerra de la Independencia e incluso durante el siglo XIX.

Su emplazamiento en la parte alta del área palatina permitía mostrar su imagen de poder, mediante torres y almenas.

¿Con qué materiales se construían las fortificaciones medievales?

Lo más frecuente fue utilizar mampostería en cimientos y zócalos, mientras que en el resto de los alzados se empleó la técnica de la tapia, que consistió en encofrar con tablas de madera (tapiales) utilizando distintos materiales, especialmente cal y tierra. En su desarrollo vertical, un muro puede pasar de la mampostería en su base a una tapia resistente con piedra y cal, y a tapias más débiles o calicastradas en su parte superior. También se utilizaron machones y encintados de ladrillo. En el periodo bajomedieval cristiano, se empleó con más frecuencia la sillería y el sillarejo con ejemplos bien documentados en Mula y Lorca.

Plano de la Murcia andalusí del siglo XIII. Reconstrucción a partir de información arqueológica y documental

¿Qué pueden visitar nuestros lectores interesados en estas fortificaciones?

En Monteagudo, es visita obligada el espectacular castillo en el que se alza la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y el palacio fortificado del Castillejo, ambos restaurados recientemente y con buenos accesos. Otras fortificaciones de la periferia de la ciudad a las que nos podemos acercar con alguna dificultad, son la Asomada y el Portazgo, además del Castillo de Santa Catalina (Verdolay). En la propia ciudad aconsejo se visiten los restos de varios tramos de la muralla andalusí, especialmente los anexos al mercado de Verónicas, los conservados en la cafetería del Ricón de Pepe y el nuevo museo Madina Mursiya, en Santa Eulalia. En la región, son de fácil acceso y cuentan con visitas guiadas la alcazaba de Lorca, con los restos de la sinagoga; Siyasa (Cieza) y su museo y el castillo de Caravaca. Por último, recomiendo para las visitas utilizar como guía una pequeña monografía dedicada a los castillos de la Región de Murcia, publicada en 2021 por la Asociación de Amigos de los Castillos.

Julio Navarro Palazón ha publicado más de doscientos títulos, entre libros, capítulos de libros y artículos, muchos de ellos dedicados a la Murcia andalusí, Siyasa, las almunias y al Castillejo de Monteagudo. Ha sido profesor en universidades españolas e italianas, ha participado en numerosos congresos, excavaciones y coloquios y ha dirigido seis proyectos nacionales de I+D+i. Además, tiene seis sexenios de investigación.

Joaquín Pérez Egea.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.