ARS Casino. Por Loreto López.
Si el pasado año celebrábamos el 175 aniversario de la fundación de la sociedad del Casino de Murcia, este 2023 se han cumplido cuarenta años desde su declaración como monumento histórico-artístico de carácter nacional.
Fue el 5 de julio de 1978 cuando la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos incoó expediente a favor del Casino de Murcia para su declaración como monumento. Pero hubieron de pasar otros cinco años más para verlo hecho realidad, con el informe favorable de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, institución decana de las artes en España.
Así, el 19 de enero de 1983, siendo ministro de cultura Javier Solana Madariaga, bajo el mandato de Juan Carlos I, Rey de España, el Real Decreto 527/1983 declaraba oficialmente monumento histórico-artístico de carácter nacional al Casino de Murcia.
Estamos ante un destacado y raro ejemplo de lo que se ha venido en denominar edificio-calle, poco común por estas latitudes.
No estaba por aquellos años el edificio en sus mejores momentos. Lo dice alguien que bien lo recuerda de su época de noviazgo, tomando un café en las mesitas velador que entonces ocupaban la galería central, saboreando un aperitivo de “cascaruja” con cerveza especial en el pequeño bar de la Pecera sur o asistiendo a eventos festivos y banquetes de boda en el Salón de Baile, donde el humo del tabaco, aun no prohibido, apenas dejaban ver las oscuras decoraciones que ni las grandes lámparas conseguían iluminar. Aunque ya casi lo hemos olvidado, el envejecimiento de los materiales y algunos daños estructurales alarmantes hacían necesaria la intervención integral que se llevaría a cabo casi veinticinco años después, devolviendo con ella la merecida magnificencia al interior de este esplendido inmueble y todo su valioso contenido.
Pero, a pesar de aquel aspecto ajado y triste que por finales de los 70 deslucía la visión de sus salas, la singularidad arquitectónica del conjunto y, por qué no decirlo, su propia historia, lo hicieron merecedor de figurar en el selecto listado de aquellas construcciones más destacables y singulares de nuestro país.
Lo cierto es que, a nivel arquitectónico, estamos ante un destacado y raro ejemplo de lo que se ha venido en denominar edificio-calle, poco común por estas latitudes. Famosas entre todas las de este tipo de edificaciones son la monumental Galería Vittorio Emanuele, construida por Mengoni en Milán a mediados del siglo XIX, o la Gallería Umberto I de Nápoles, casi contemporánea a nuestro Casino. Sin ánimo de comparar, aquí lo tenemos a él, coqueto y altanero en sus modestas proporciones, acordes con la pequeña capital de provincias que fue en su día Murcia.
Su singularidad arquitectónica y su propia historia lo hicieron merecedor de figurar en el selecto listado de aquellas construcciones más destacables y singulares de nuestro país.
Otra singularidad de su arquitectura, meritoria en su valoración, es la de ser un claro ejemplo del eclecticismo, imperante entre los estilos de su época: desde su elegante fachada, con guiños al mundo mitológico clásico, pasando por todo un repertorio de los diferentes estilos históricos en cada una de sus estancias. Todos encajan y conviven en variopinta armonía, producto del buen hacer de sus distintos arquitectos y especialmente del que dio unidad a este espléndido conjunto, don Pedro Cerdán.
Y no podemos olvidar la acertada colección de obras de arte que contiene, ejemplo representativo de los artistas locales más destacados que, junto a la conservación de un mobiliario histórico perfectamente recuperado, hace las delicias de quienes pasean por el interior de este Real Casino murciano. Por algo es el monumento más visitado de nuestra ciudad.