De Murcia al cielo, por Carmen Celdrán
De los 36 molinos que existían en la huerta de Murcia a principios del siglo XIX, tal y como relata Rafael de Mancha en su libro Memoria sobre la población y los riegos de la huerta de Murcia, el molino de Funes es uno de los pocos que, milagrosamente, sigue en pie. Éste se encuentra ubicado en la acequia mayor Aljufía y empleaba sus aguas para mover sus piedras y moler el grano.
Dentro de la ruta de la Aljufía hay otros molinos como el del Amor, el de los Canalaos o el molino de los Casianos (junto a la rueda de la Ñora). A estos molinos se les daba distintos usos, pues había también molinos pimentoneros, bataneros o de pólvora. Pero llega la industrialización y los molinos, en nombre del progreso, pierden terreno frente a las modernas fuentes de energía y es cuando caen en desuso.
El Molino de Funes y la Casa Roja, anexa al molino, presentan un estado de conservación pésimo, no en vano en el año 2022 entró en la lista roja de Hispania Nostra, empeorándose su degradación cada día que pasa. Además, hay que sumar que su entorno es cada vez más sucio, rodeado de escombros y basura.
Y si no fuera suficiente, este molino fue testigo de un crimen: el llamado crimen de la Arboleja, qué ocurrió un 11 de octubre de 1896, donde Miguel Illán, padre de 6 hijos fue tirado a la acequia con una faja al cuello y las manos atadas. El cadáver fue encontrado cinco días después por mandato judicial, pues se paró el caudal de la Aljufía. Este crimen tuvo jurado popular y no encontró culpable al dueño del molino, Manuel Funes. Una historia que forma parte de las crónicas negras murcianas.
También el molino de Funes y la Casa Roja fueron fuente de inspiración de pintores. Concretamente de un gran pintor, Ramón Gaya, qué nació en Murcia un 10 de octubre de 1910. Éste sería su último paisaje de la huerta de Murcia y cuyo título sería Paisaje del molino, óleo sobre lienzo del año 1992.
Desgraciadamente, una vez más olvidamos que no recuperar nuestro patrimonio es perder parte de nuestra huella e identidad, pues forma parte del catálogo histórico, etnográfico, paisajístico y cultural de Murcia. Esperemos no tener que lamentarnos con la frase “agua pasada no mueve molinos”.