El lago español, el tornaviaje y los chamorros

Salud en el Antropoceno, por María Trinidad Herrero

Hace 500 años, el 20 de febrero de 1524, Carlos I de España quiso unir los océanos Atlántico y Pacífico por el istmo de Panamá, pero no fue posible. No obstante, su hijo, Felipe II, consiguió la vía comercial de las especias más fructífera del imperio español gracias a grandes navegantes hispanos.

El 25 de septiembre de 1513, Vasco Núñez de Balboa, desde Panamá, avistó el Mar del Sur, denominado como océano Pacífico por Magallanes, pero que era conocido como “el lago español”. Durante tres siglos solamente la corona española tenía licencia para navegar y comerciar en él, ya que fueron españoles quienes lo descubrieron, lo exploraron y establecieron transacciones entre Europa, América y Asia con un extraordinario intercambio cultural.

Vasco Núñez de Balboa, desde Panamá, avistó el Mar del Sur denominado como océano Pacífico por Magallanes.

Fue fray Andrés de Urdaneta y Ceráin, cosmógrafo, militar y marinero vasco, quien facilitó el poderío español en el lago español. Urdaneta, que tras navegar con Juan Sebastián Elcano hasta su fallecimiento se había ordenado fraile agustino, hubo de hacerse de nuevo a la mar para diseñar el dificultoso tornaviaje desde las islas del sudeste asiático al Virreinato de Nueva España en México. La expedición de Urdaneta con su familiar, el almirante López de Legazpi, atravesó el océano Pacífico y llegó al sudeste asiático en solo dos meses, pero, debido a las corrientes norecuatoriales y a los temidos vientos alisios, en el viaje de regreso, el Pacífico engullía a barcos y marinos.

Urdaneta definió el tornaviaje o «ruta del galeón» ascendiendo al paralelo 40 y siguiendo las corrientes favorables hacia el Cabo Mendocino, del norte de California, para descender a Acapulco, como puerto mexicano más conveniente. Así, la gesta de Urdaneta, evitando el estrecho de Magallanes y haciendo inútil y costosa la ruta atlántico-portuguesa, que rodeaba el Cabo de Buena Esperanza hacia Malasia y Filipinas, aseguró el poderío español en la ruta de las especias y logró los asentamientos que amarraban la presencia española en Oriente.

Las Islas Marianas están al norte de Australia, Nueva Guinea y Papúa, al sur de Japón y al este de Filipinas, en la Micronesia, en el océano Pacífico occidental. Junto al inglés, el chamorro es su lengua oficial. El chamorro es una lengua malayopolinesia que también es hablada por sus emigrados a Estados Unidos. El 50% de su vocabulario, su fonología, léxico y morfosintaxis son de origen español, si bien en las últimas décadas se han imbuido del inglés americano.

El chamorro es una lengua malayopolinesia que también es hablada por sus emigrados a Estados Unidos.

Las Islas Marianas son un punto estratégico político, económico y militar. Desde el 6 de marzo de 1521, en que Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano las avistaron, estos parajes tienen influencia española. Uno de los grumetes, Gonzalo de Vigo, fue el primer europeo que convivió con los marianos, pero tuvieron que pasar 44 años para que esas islas formaran parte de la corona española. Estas islas eran un punto estratégico en las rutas comerciales, sobre todo en la «ruta del galeón». Los españoles introdujeron la cría de ganado, el cultivo de maíz, la moda occidental, el comercio y la lengua. Los jesuitas y agustinos desarrollaron la cultura y la religión católica. Sin embargo, tras el desastre de 1898, con nuestra pérdida de las colonias, Estados Unidos ocupó una parte de las islas, otras fueron vendidas a Alemania, que, aunque pasaron a ser dominio japonés, tras la segunda guerra mundial todas quedaron bajo control estadounidense. Si bien la “deshispanización” de las islas comenzó en el siglo XIX y, en la actualidad, los chamarro-parlantes son minoría en las islas Marianas, éstos mantienen un alto sentido de la familia y parte de su herencia hispana de más de 300 años. De hecho, sus representantes políticos en Estados Unidos se han incorporado al grupo/caucus de los latinos, siendo los latinos oceánicos. Así que, con un pasado común, las Islas Marianas bien valen una visita.

María Trinidad Herrero.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.