ARS CASINO. Por Loreto López.
Desde antiguo, muy antiguo, remontándonos a las decoraciones domésticas de la época romana, el artista decorador ha hecho alarde de sus habilidades técnicas, alterando nuestra percepción en lo que se puede denominar el juego del trampantojo (o como diría un francés: trompe-l’œil), consiguiendo efectos que nos hacen ver lo que en realidad no son unos espléndidos mármoles, unos costosos bronces o esas ricas maderas finamente labradas.
Se trata de una imitación de un virtuosismo exquisito y una técnica depuradísima que en nada desmerece el fastuoso resultado del conjunto decorativo
El edificio del Real Casino alberga todo un amplio repertorio de esta técnica ilusionista, empleada especialmente para la decoración en las zonas más elevadas, las más alejadas del espectador, donde se hace mucho más difícil discernir entre realidad e imitación, eso sí, una imitación de un virtuosismo exquisito y una técnica depuradísima que en nada desmerece el fastuoso resultado del conjunto decorativo.
Esto no era nada extraño en las suntuosas decoraciones de importantes construcciones, desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX, donde la producción de escayolas decorativas, lo que entonces se denominaba pasta o yeso de París, alcanza una gran calidad y amplia difusión, abaratando costos de materiales y mano de obra, así como una sustanciosa reducción del tiempo de ejecución de las obras, con unos resultados absolutamente verosímiles.
Al entrar por el zaguán de la calle Trapería nos encontramos los primeros ejemplos; aquí predominan los mármoles de distintos tonos y una combinación de maderas nobles con magníficas tallas enmarcando sus grandes ventanales. Nada es fingido en sus tres cuartas partes, pero a poco que levantemos la vista, contemplando la colorida vidriera de la puerta de acceso al Patio Árabe, podemos ver sobre las pilastras que la flanquean dos bonitas figuras femeninas en… ¿bronce?… No, se trata de dos espléndidas escayolas, patinadas a imitación de tan preciado metal. (Vidriera acceso al Patio Árabe).
Alcemos un poco más la vista, a ambos lados, junto al techo, vemos unos bonitos frisos de placas marmóreas con escenas mitológicas de centauros y faunos, separadas por tallas de madera con figuras de atlantes, sosteniendo el rico artesonado neorenacentista. ¿Placas de mármol labrado, tallas de atlantes y artesonado de madera? (Figuras de centauros en la entrada de Trapería). Pues tampoco, delicadas escayolas policromadas con excelente precisión para hacernos creer, con total verosimilitud, lo que solo es apariencia. (Artesonado entrada principal Real Casino)
Si accedemos al recinto del Real Casino por la puerta de la calle Pedro Cerdán, la más antigua, pasamos bajo un bonito y conseguido artesonado, igualmente de escayola perfectamente mimetizada con la madera, para pasar a continuación al luminoso Patio Pompeyano, cuyas paredes forradas de mármol blanco de Macael llegan hasta… el friso sobre las columnas, a partir del cual ya es todo un conseguido trampantojo que siempre despertará las dudas del espectador no advertido. (Patio Pompeyano).
Estos son apenas unos ejemplos de los muchos que vamos a encontrarnos en el interior. Pero, ¡ojo! que no todo es ilusionismo y la combinación decorativa de todos los acabados, reales o fingidos, sin duda hacen del conjunto monumental una obra admirable.
Pasen y jueguen a descubrirlo.