El escultor Eduardo Beristain y el pintor Miguel Ángel Álvarez unen sus obras en la exposición ‘Pasajeros del tiempo’
Por Concha Alcántara / Fotografías: Juan Canicio.
“Pasajeros del tiempo”
Eduardo Beristain y Miguel Ángel Álvarez
Escultura y pintura
Sala Alta/ Del 8 al 30 de octubre.
Para descubrir el germen de ‘Pasajeros del tiempo’, la exposición que acogerá la Sala Alta del 8 al 30 de octubre, hay que remontarse cinco décadas y cruzar toda España, hasta la vivienda guipuzcoana donde creció Eduardo Beristain. En la puerta de al lado el pintor Miguel Ángel Álvarez creaba con las puertas abiertas y sin horarios, acompañado en numerosas ocasiones por aquel niño que quedó muy pronto huérfano de padre y que no perdía detalle de lo que plasmaban sus manos en el lienzo. “Desde pequeño lo veía trabajar y me enseñó a ver y sentir el arte”, explica Beristain. “Ahí empecé a tener la inquietud, asimilé su manera de hacer las cosas. Creo que la conexión que teníamos hace que su pintura y mi escultura formen una simbiosis única y especial”.
Unir en una misma exposición la obra de dos artistas es un planteamiento tan interesante para el espectador como inusual. Maestro y alumno, escultura y pintura, crearán un particular dialogo sobre el ser humano y el paso del tiempo en esta muestra. Por un lado, las expresivas esculturas de Beristain en fibra de vidrio y poliéster; por otro, los delicados y bien trazados desnudos de Álvarez, desaparecido en 2011. A pesar de la diferencia conceptual y estilística, la obra de uno ha sido el origen de la del otro, como reconoce Beristain. “A menudo recuerdo sus palabras y consejos e incluso dibujo trazos sobre las esculturas como le veía hacer a él”, reconoce. “Poseía una maestría técnica envidiable, siendo un referente en la pintura guipuzcoana. Ha dejado huella en mí como pintor y como persona”.
Maestro y alumno, escultura y pintura, crearán un particular dialogo sobre el ser humano y el paso del tiempo
Coincide Miguel Olmos, el comisario de la muestra, en destacar lo novedoso del planteamiento. “Es algo que nunca hemos hecho. Lo he visualizado y creo que va a quedar magnífico. Vamos a crear un juego muy bonito entre las obras de ambos. Siempre que hemos hecho algo diferente, la gente lo ha acogido muy bien.” Para Olmos, se verá claramente la influencia de uno sobre el otro. “Su figura en escultura tiene rasgos de la figura de Miguel Ángel. De su trabajo escultórico destaco lo novedoso de los materiales que utiliza. No recurre a los materiales clásicos. Utiliza materiales más suaves, con más movilidad, para hacer una escultura más moderna y expresar lo que él quiere”.
Beristain, que empezó pintando pero se decantó más tarde por la escultura, reconoce más referentes: Henry Moore, por su fuerza, y el italiano Bruno Walpoth por su sensibilidad al retratar la figura humana. Las formas de Matisse también pueden intuirse en sus obras. La escultura de las culturas primitivas es la última de sus influencias, por “la fuerza, magia y simbolismo que reúnen”. “Tenemos una visión de las culturas primitivas como atrasadas y bárbaras, pero en algunos casos poseen una sabiduría enorme”.
“Pasajeros del tiempo” hace referencia al ser humano, su dualidad y cómo nos condiciona el paso del tiempo. “La idea central es la naturaleza dual del ser humano, capaz de amar o destruir, la dualidad del bien y el mal”. La conforman cuatro figuras de gran tamaño y 15 de pequeño formato del escultor, junto a 23 obras pictóricas de Álvarez. De él destaca la crítica especializada que era un pintor clásico a la hora de enfrentarse al lienzo, pero en sus obras, en las que no había nada superfluo, lograba mostrar la esencia de las cosas.
Entre las piezas escultóricas de Beristain hay personajes de distintas épocas, una maternidad, que representa el don de dar vida; un guerrero medieval, que simboliza la capacidad destructora del ser humano; e incluso una figura de John Lennon. “Su figura me permite dar un toque humorístico a la exposición, si bien también tiene un significado más profundo: hay que buscar más allá de las apariencias”. Destaca el busto de un indio, que representa la voluntad de vivir en armonía con la naturaleza, y pone como ejemplo a Noah Sealth, un jefe Sioux que en 1854 escribió una carta al presidente EEUU, considerada el primer manifiesto ecologista de la historia. “Me impresionó por su sabiduría. En ella se muestra la capacidad de los indios de vivir en armonía con la naturaleza”.
El escultor se muestra feliz por esta oportunidad de ver cómo se fusionan dos trabajos artísticos diferentes pero tan ligados emocionalmente. “A mí las paredes se me quedan vacías y creo que su obra me arropa. Su obra se complementa muy bien con la mía”.