LAS RECETAS DE MI ABUELA QUE SOY YO. Por Juanita Banana.
No sé si sabrán ustedes que el nombre de Hispania con el que los romanos denominaban a la Península Ibérica proviene de un vocablo fenicio que venía a significar «tierra de conejos». De hecho, los romanos se referían a Hispania como península cuniculosa y en algunas monedas acuñadas en época de Adriano se representaba a Hispania como una dama sentada con un conejo a sus pies. De manera, queridos lectores, que compartimos con los conejos la condición de primeros pobladores de la vieja Hispania.
El conejo es un animal muy apreciado por su carne fina y delicada, rica en proteínas y muy poco grasa, por lo que se recomienda en dietas de prevención de la obesidad y enfermedades cardiovasculares. La carne de conejo admite una amplia variedad de preparaciones culinarias: en arroz, asado, a la plancha, salteado, rehogado con verduras, estofado, cocido, marinado, guisado, confitado, frito…, y puede servirse como entrante, como plato principal, solo o acompañado de guarnición, e incluso como plato único en arroz con la única compañía de una ensalada refrescante. Precisamente porque su carne es muy poco grasa se lleva la palma frito con ajo o ajetes y patatas al ajo cabañil y también frito con tomate y pimientos verdes. La carne de conejo casa a la perfección con muchas hierbas aromáticas, en especial con laurel, perejil, tomillo, romero, eneldo, mejorana y orégano, como ocurre con el plato de hoy. A la hora de comprarlo han de tener en cuenta que el conejo que se adquiere en las carnicerías es de granja y es, por tanto, mucho más tierno y de sabor menos potente que el conejo de monte o de caza. Conviene elegir ejemplares jóvenes, de tres a cinco meses de edad, que tengan el cuello corto, las rodillas redondas y abultadas, y la carne musculosa, o sea un conejico tierno de toda la vida.
Como no podía ser de otra manera, el conejo ha tenido una amplia presencia en las letras y en el cine. El Hermano Conejo y El Hermano Zorro es una fábula escrita por Joel Chandler Harris y publicada por primera vez en el libro Uncle Remus Stories. La fábula cuenta la historia de un astuto conejo llamado Hermano Conejo y un siniestro zorro llamado Hermano Zorro y de los intentos fallidos de este para atrapar al conejo, pero el Hermano Conejo se las arregla siempre para vencer al Hermano Zorro. Walt Disney llevó al cine las historias del Hermano Conejo en su deliciosa película Canción del Sur (1946), injustamente arrinconada por exigencias de la fiebre políticamente correcta que nos asola, que ve en ella elementos racistas, cuando es justamente lo contrario. También llevaría Walt Disney al cine el maravilloso libro de Lewis Carroll Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. El Conejo Blanco es un personaje al que Alicia se encuentra correteando muy apurado mientras exclama mirando su reloj de bolsillo: “¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Voy a llegar tarde!”.
Peter Rabbit es otro conejo protagonista de una serie de libros para niños escritos por Beatrix Potter. Su primera aparición fue en The Tale of Peter Rabbit (El cuento de Perico, el conejo travieso) en 1902. Como otros conejos que aparecen en sus cuentos, Potter dibuja a Peter Rabitt de manera realista vestido con ropas humanas, de las que destacan su brillante abrigo azul y sus zapatillas.
Finalmente quién no recuerda al único conejo ganador de un Oscar, Bugs Bunny, ese dibujo animado de la Warner Brothers que en solitario o acompañado del Pato Lucas, de Elmer Gruñón o del viejo Sam, hizo las delicias de varias generaciones de niños y de no tan niños. Acuérdense de los ojos tiernos, grandes y lacrimosos, con que miraba a Elmer cuando éste se disponía a dispararle con su escopeta, y de cómo el cazador se apiadaba y apartaba la escopeta, momento que Bugs Bunny aprovechaba para escapar entre grandes risas.
Y es que el único inconveniente que tiene el conejo para ser comido es precisamente que su mirada brillante e inocente y su aspecto blando y algodonoso despiertan ternura, lo que llevaba y lleva a muchos niños a convertirlo en su mascota. Y así, cuando antiguamente llegaba la hora de la verdad, a ver quién era el guapo que se atrevía a liquidar al hermano conejo ante la mirada acusadora de sus retoños.
Afortunadamente, para descanso de los padres y bendita ignorancia de sus hijos, hoy venden el conejo debidamente procesado y listo para cocinar, y por ello despierta la misma ternura que una hamburguesa de cuarto y mitad o un manojo de ajos tiernos.
Conejo a la provenzal
Ingredientes para cuatro personas:
- 1 kg de conejo troceado
- 4 chalotas o 2 cebollas medianas
- 2 dientes de ajo
- 1 pimiento rojo
- ½ calabacín
- ½ berenjena
- 500 g de tomates
- 30 g de mantequilla
- Dos hojas de laurel
- Hierbas provenzales o unas ramitas de tomillo y romero, frescos si es posible, y media cucharadita de orégano
- Una copita de coñac o medio vaso de vino blanco
- Aceite de oliva virgen extra
- Media cucharadita de azúcar
- Sal y pimienta
Opcionales:
- 2 patatas medianas
- Un manojo de espárragos trigueros
Preparación
Limpiamos los trozos de conejo de la grasa que se acumula básicamente en la riñonada, lo salpimentamos y lo marinamos durante quince minutos con un chorro de aceite de oliva y las hierbas provenzales o el tomillo, el romero y el orégano. Luego lo doramos bien en una cazuela con mantequilla o aceite y lo reservamos.
En la misma cazuela pochamos los dientes de ajo, la cebolla picada y el pimiento rojo troceado. Cuando la cebolla esté casi transparente, incorporamos la berenjena y el calabacín cortados en daditos y, en dos o tres minutos, añadimos el laurel, los tomates pelados y troceados y la media cucharadita de azúcar.
A continuación incorporamos el conejo, añadimos el coñac o el vino blanco, removemos un poco y dejamos que evapore el alcohol durante un par de minutos antes de añadir agua hasta cubrir, probamos de sal, lo tapamos y lo dejamos cocer a fuego lento durante unos 40 minutos.
Complementos y trucos
Pelen y corten las patatas en dados, dórenlas en aceite de oliva y añádanlas al guiso en los dos o tres últimos minutos de cocción. La razón de no incorporarlas antes es que no pierdan ese punto crujiente de la patata frita.
Hagan lo mismo con los espárragos trigueros hechos a la plancha. Si los añaden antes, el potente sabor del espárrago invadirá completamente el guiso y se contaminarán muchos de los aromas de las hierbas de monte.
Tengan a mano pan abundante para sopetear la salsa, no se priven.