Por Miguel A. Costa García.
A veces el dolor infligido por la repentina tragedia sobrevenida, resulta insoportable y no aceptas la cruel realidad, que termina imponiéndose por su fuerza inexorable.
Mi amigo entrañable, compañero y socio de despacho, por un largo periodo de tiempo, Damián Mora Tejada, con el que he compartido tantos momentos y vivencias, ha fallecido y mi razón, completamente desorientada, no entiende lo sucedido y se resiste a admitirlo. Te repites continuamente ¡no puede ser, no le tocaba¡
Estaba tan lleno de vida y con una disposición total a participar de la misma, que resulta inconcebible su ausencia; e inmediatamente rememoras las múltiples cualidades que le adornaban, su vitalidad y alegría, el optimismo y sentido del humor con que afrontaba cualquier situación; su clara inteligencia y agudeza de espíritu, presta siempre al comentario o la respuesta ingeniosa, e incluso añoras el disfraz tosco en el que, a veces, se envolvía, para preservar su sensible naturaleza.
Me admiraba el espíritu deportivo con el que afrontaba la existencia, que le hacía relativizar tanto los éxitos como los contratiempos, situándolos en su justa dimensión, probablemente por la disciplina adquirida en la práctica del deporte desde su infancia, que mantuvo hasta la última semana de su vida; especialmente en las competiciones de tenis en las que participó asiduamente, en las que mostró notable destreza, consiguiendo repetidos triunfos a un nivel amateur, hasta que sufrió una lesión de muñeca.
Sé que me costará mucho, como al gran poeta de Orihuela, perdonar a la muerte enamorada y todavía más a la vida desatenta, que no ha prestado el cuidado necesario, en la protección de quien lo merecía.
También sé que será vana mi búsqueda, en alguna de las últimas páginas de la revista del Real Casino de Murcia, de la puntual e inteligente reseña que habitualmente escribía para que se insertase en la publicación periódica de la misma, y que siempre tenía como tema central su muy querido Club Real Murcia, del que había escrito una documentada y rigurosa historia, bajo el sugerente título “Corazón Grana”, en la que entrelazaba el devenir del club con el de su propia familia, remontándose a los primeros recuerdos de su niñez, en la que ya acompañaba a su abuelo a los partidos del equipo, siempre con su padre, otro aficionado inasequibles al desaliento, a pesar de los muchos sinsabores que el desafortunado conjunto grana ha deparado a sus más fieles seguidores.
Tal vez, por esos incomprensibles designios del destino, cuando nadie podía prever su fallecimiento, eligió como temas de algunas de sus últimas crónicas, para la revista del Casino, otros hechos luctuosos y premonitorios, los dedicados al que durante mucho tiempo fue jugador y capitán del Real Murcia, Pepe Vidaña y más recientemente, a Diego Armando Maradona.
En estos momentos, cuando ya se inicia la época de floración de los almendros, no podré resistir convocarle a las aladas almas de las rosas de nata de los mismos, para seguir hablando con el entrañable amigo de muchas cosas, desde el corazón.
Precioso Míguel Ángel. Lo vuestro era más que una amistad. El te adoraba y te tenía cómo su ídolo.
Gracias por esas palabras
¡Precioso artículo ! Muchas gracias Miguel Ángel por este recuerdo tan entrañable.
Un artículo entrañable y sentido, siempre me hablo muy bien de ti, y de vuestra cerveza de los viernes, a la que tuve la suerte de asistir en una ocasión, enhorabuena.
Nachete( el me llamaba así).