MI PUNTO DE VISTA. Por Pilar García Cano.
Hace un mes me detuve ante un semáforo en rojo a principio de la Avenida Juan Carlos I de Murcia, cuando llegó un chico, con auriculares, y, como un autómata, empezó a cruzar la calzada. De pronto vi que llegaba un autobús velozmente, me quedé paralizada pensando que no cruzaría. Se libró por segundos y continuó su camino sin enterarse de nada.
Apple comercializó el iPhone en 2007. Diez años más tarde ha presentado al mundo el iPhone 8. Norman Foster, prestigioso arquitecto inglés, ha diseñado un complejo gigante, con un edificio central con forma de nave espacial, donde trabajan actualmente 12.000 empleados en nuevos iPhones, creando nuevas aplicaciones con la pretensión de que sean imprescindibles en nuestras vidas.
Ninguna tecnología ha tenido una implantación tan rápida, ni ha supuesto unos cambios sociales tan grandes como el teléfono móvil inteligente.
Diez años es un periodo corto para estudios concluyentes sobre su uso por niños y adolescentes, pero es indudable que durante este tiempo han aparecido problemas que eran impensables de predecir, y ya hay estudios que nos advierten de que los jóvenes hiperconectados, y siempre pendientes de la pantalla de su móvil, sufren en muchos casos problemas de mala calidad del sueño o aislamiento, ya que apenas salen de su habitación, y tienen pocas habilidades sociales.
Emilio Calatayud, Juez de Menores en Granada, nos dice, con respecto a los móviles, que en su opinión nos encontramos ante tres problemas: Es una droga, un instrumento muy peligroso para cometer hechos delictivos, y un instrumento muy peligroso para ser víctima de un delito.
Algunos científicos creen que tienen un potencial adictivo, por los poderosos efectos que ejercen sobre el sistema de recompensa del cerebro, el complejo de circuitos que subyace al ansia de consumir, que es como el de las ratas, y que ya vimos como funciona en mi artículo anterior.
No cabe duda de que el uso del teléfono móvil inteligente presenta ventajas, pero como cualquier elemento no es inocuo, y yo fui testigo de uno de los graves problemas, en el ensimismamiento que convierte a los chicos en sordos y ciegos.
EN FRANCIA LOS ALUMNOS MENORES DE 15 AÑOS NO PODRÁN USAR EL TELÉFONO MÓVIL EN LOS CENTROS ESCOLARES, NI EN EL AULA NI EN LAS ZONAS COMUNES
Según la encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías en los hogares, el 90 % de los adolescentes españoles disponen de un teléfono móvil en propiedad. Esto ha originado que junto con un uso indebido, en muchos casos, haya Centros de Educación Secundaria que en su Reglamento de Régimen Interior hayan establecido su prohibición.
Francia es el primer estado de la Unión Europea que ha legislado al respecto. El curso próximo, los alumnos menores de 15 años no podrán usar el teléfono móvil en los centros escolares, afectando tanto a las aulas como a las zonas comunes de los colegios: pasillos, patios y aseos,… aludiendo a motivos de “salud pública” y educativos. Quieren librar a los jóvenes del ensimismamiento al que le inducen los dispositivos electrónicos, y, a cambio, potenciarl entre ellos el juego en grupo.
En España, como las competencias en educación están transferidas a las Comunidades Autónomas, solo Castilla-La Mancha y Madrid han legislado vetando su uso en los centros; el resto, entre las que se encuentra Murcia, no han hecho nada al respecto.
Por eso considero que debemos seguir los pasos de Francia. En España la legislación debe tener ámbito nacional como norma básica del Estado, por ser un tema de salud pública.
En los centros educativos no tienen cabida material ni objetos que no formen parte de la programación didáctica, y los móviles son completamente prescindibles. En estos debe darse información y formación al respecto para prevenir los graves problemas derivados de su mal uso.