PINCELADAS. Por Zacarías Cerezo.
Gian Lorenzo Bernini era un genio, eso no se puede cuestionar, nadie lo cuestiona. Su capacidad de dar vida al mármol rayaba lo inconcebible, sobre todo para los mortales que a diario nos manejamos como podemos en el mundo de la creación. Escultura, pintura, arquitectura y escenografía: con todo lo que hizo generó asombro.
Quizás el “Éxtasis de Santa Teresa” sea su obra más famosa, incluida desde hace varios años en las rutas turísticas que buscan escenarios de películas. En este caso por la mediocre novela y peor película “Ángeles y Demonios”.
El grupo escultórico interpreta en mármol de Carrara la descripción que la santa hizo en su “Libro de la Vida”, en el que decía que veía a un ángel con dardo largo y punta de fuego y que:
…éste me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto.
Se ha dicho hasta la saciedad que el grupo escultórico es la representación de un éxtasis sexual. Siempre he dudado de esa opinión tan generalizada. Y es que tenemos la costumbre, mala, de interpretar cuestiones antiguas con mentalidad contemporánea. Nuestra visión del sexo no tiene nada que ver con la que se tenía en el siglo XVII. En tiempos de materialismo entendemos mejor un éxtasis sexual que el provocado por “amor divino”.
No es para extenderse en ello, que tampoco es lo mío. Lo que tengo claro es que el cardenal Cornaro no hubiera aceptado para su tumba una cosa así si lo hubiera visto como nosotros. Y si realmente Bernini, que como napolitano apreciaría los placeres terrenales y como artista sabía interpretarlos, se la “coló” al cardenal, se la estaba jugando porque la Inquisición italiana era muy activa en el siglo XVII y, sin duda, le hubiera hecho caer en desgracia.