EL CUADRO «BEBEDORES DEL SIGO XVII», UN ANÓNIMO CON POSIBLE AUTOR

ARS CASINO. Por Loreto López.

La noticia en el Diario de Murcia del 25 de diciembre de 1892, bajo el titular El billar del Casino, dice así:

“Ya han quedado puestos en el salón del billar del Casino todos los cuadros que para al complemento de su rica y elegante ornamentación, han pintado algunos de los más distinguidos pintores murcianos, Sres. Hernández Amores, Arroyo, Miralles, Picolo y Gil Montejano, después de los que los Sres. Serrate, Agrasot y Bley, han hecho en esta o habían remitido cuando se estaban terminando las obras de dicha sala.”

De todos esos cuadros hemos ido hablando en anteriores números, de todos menos del que hoy nos ocupa, “Bebedores del siglo XVII”, y que, a pesar de su anonimato, puede corresponder a José Serrate, aunque algunos autores lo hayan querido atribuir a Federico Mauricio, por entonces famoso pintor del que no se hubieran olvidado las crónicas del momento.

Según D. Andrés Baquero la obra entregada por Serrate eran dos paneuax con sendos desnudos “de un naturalismo nada clásico”, descripción poco favorable por parte del erudito. Tampoco es elogioso el cronista de la época con las piezas, aunque si compasivo, achacando a la mala ubicación de la pintura, de la que no menciona ni el motivo, la imposibilidad de valorarla adecuadamente. Lo único cierto es que, de forma misteriosa, estos dos desnudos desaparecieron y en su lugar tenemos el cuadro de los bebedores, escena de las denominadas “de casacón”, tan de moda en su momento, con lo que enriquece el repertorio de nuestras salas.

Mi imaginación vuela, pensando en que, intentando restituir su cierto prestigio local, Serrate cambia esos dos desafortunados cuadros por el que hoy vemos y del que, por más que he investigado, no encuentro referencia alguna.

Sea o no así, sirva el cuadro para adentrarnos un poco en el casi desconocido José Serrate, quien hacia 1868 se afinca en Murcia, procedente de Portugal. Pintor aficionado y de escasa formación académica, las primeras referencias son como retratista de toreros. Sus obras, a mayor tamaño del natural, adornaban los palcos de la plaza de San Agustín.

En 1887 se presenta a un concurso de pintura en Murcia, con la obra »Echa dos Perras», realizando también obras de género costumbrista y paisajes o marinas. Pero destacó fundamentalmente en el arte del retrato, bien fueran pinturas originales o el coloreado de los llamados fotorretratos, sus obras llenaron los salones de las familias influyentes de la capital: Agustín Escribano, Cesáreo Huerta, Nolla, Luis Peñafiel o Agustín Ruíz, incluso el Ayuntamiento de Murcia le encarga el retrato del Marqués de Camachos. Aunque también realizó, al parecer, numerosos retratos al óleo de difuntos, basados en fotografías del finado, bien fueran en vida o en el mismo lecho mortuorio, una tétrica moda que no ha tanto tiempo que desapareció. Sus honorarios por obra rondaban las 500 pesetas a fines del siglo XIX, cantidad nada desdeñable para la época.

En diciembre de 1891 anuncia en prensa la apertura de un estudio academia de pintura en la que entonces continuaba conociéndose como calle de la Corredera, aunque unos años antes ya había pasado a llamarse calle de Simón García.

Cuando su obra dejó de tener interés en la capital, abandonó Murcia y vivió en Mazarrón durante más de quince años, como encargado de una mina de Ginés Granados, al que pintó su mansión, realizando también alguna obra para el Ayuntamiento.

Hombre de carácter alegre y mundano, vuelve a Murcia en la más absoluta miseria, buscando el amparo de aquellos que un día le abrieron las puertas y muriendo en la primavera de 1911, el mismo día que lo hacia su esposa.


Loreto López

 

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