ENTREVISTA A IDOIA ARBILLAGA
MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
En la mitología griega se habla de un río, Leteo, que recorría el inframundo de los muertos. Si se bebía de sus aguas producía el olvido, algo necesario para pasar a la siguiente vida. Representa una metáfora de la continuidad de la vida para reflexionar sobre la responsabilidad de nuestras acciones pasadas (las personas que vivieron antes de nosotros) y las posteriores (las de las personas que vendrán). Los poemas de Idoia Arbillaga contenidos en “Los márgenes del agua” (Madrid, Tigres de Papel, 2014) nos llevan al recuerdo de lo que fue, pero, al mismo tiempo, nos invitan a olvidar para avanzar. Fruto de esta idea nos surge la posibilidad de dialogar con el mito, también invocado por Charles Baudelaire en sus poemas de “Spleen” en “Las flores del mal”, y lo haremos siguiendo la propia estructura del poemario de nuestra autora.
En torno a las “Ausencias”
Describe de una manera impresionante el vacío de la vida que se pierde.
He leído mucha filosofía, textos budistas, taoístas, he estudiado cábala, leo mucha filosofía hinduista y el vacío se entiende relacionado con la idea de revelación en muchos sistemas o religiones. El vacío sería la ausencia de los objetos amados.
¿Qué memoria le trae el mar? ¿Se siente “hija de las aguas”?
Mi padre era militar de Marina y siempre he practicado buceo. He estado en buques sumergidos, en Tailandia, en el Mar Rojo, en los cenotes de México… Está en mí su memoria. He vivido frente al mar 25 años y ahora me falta en Murcia.
¿Es la ausencia un lugar, una tierra sin verdad?
La ausencia es la tierra más verdadera. Lamentablemente hay que tener cierta edad para entenderla.
¿Qué es hoy el mar? ¿Un vertedero?
Sí, siendo el mar el origen matriarcal de lo que somos, de donde venimos, paradójicamente hoy es todo lo contrario. Yo le digo a mis alumnos: Mi perro jamás defecaría dónde come o duerme ¿y nosotros?
¿Soñamos sin sueños?
Cuando la desesperanza acecha y el vacío sobrecoge hay que escarbar en los no sueños para crear nuevos sueños.
“Espejo frente a espejo, imagen infinita”. La idea del infinito es algo muy interesante.
El infinito puede ser la concepción más pura del amor y la concepción más terrorífica de la muerte.
Parece que hay una tendencia humana a la confusión, a generar dilemas, a ser, como diría Dante Alighieri, “sembradores de discordias”.
El conflicto y la insatisfacción está en la naturaleza humana y puede ser tanto construcción como destrucción. Yo me inclino a la construcción. Sin insatisfacción no hubiéramos llegado a hacer grandes cosas (por ejemplo, llegar a la Luna). El conflicto nos conduce a la búsqueda y a la superación.
En relación a las “Presencias”
¿Cuándo perdemos la voz? ¿Cuándo no tenemos ya palabras sino silencio?
Cuando la palabra deja de tener efectividad, cuando no hay respuesta ni eco en los otros. La necesidad de creación, superación y cambio ha de ser consustancial a la existencia.
El barro, la tierra roja, que se mencionan en varios poemas ¿qué simbolizan?
Quizá es muy baudeleriano. Baudelaire es un poeta a quien leí de joven y quedan en mis esas pulsiones: la suciedad, las bajezas, la turbiedad de la vida, que a veces se convierte en la mejor revelación de quién se es. Mis poemas son fogonazos, alucinaciones.
Hay un íntimo poema dedicado a su madre “in memoriam”. ¿Hacia dónde flota su corazón?
La muerte y la experiencia de la cercanía de la muerte es lo único que nos hace apreciar el valor más intrínseco de la vida. Debemos disfrutar más de las compañías que quedan y saber valorar el tiempo. Soy muy vitalista. Me río, amo la vida, soy bromista.
“La muerte y la experiencia de la cercanía de la muerte es lo único que nos hace apreciar el valor más intrínseco de la vida”
¿Qué tiene de belleza la muerte, la paz de la muerte?
Respondo con mis palabras poéticas: En la grieta / entre la vida y la muerte / un punto de luz. / Cierra el párpado oscuro / la pupila del alma.
Se invoca al “Carpe diem” en contraposición a la impaciencia con la que vivimos ¿cómo podemos ser más pacientes?
Ser más pacientes es algo que dicen tanto psicólogos como filósofos. El fenómeno de la multitarea nos está alterando el cerebro. Tenemos una falsa sensación de hacer muchas cosas pero no estamos reflexionando sobre lo que hacemos, ni escuchamos. Si queremos disfrutar, hay que apartarse de esa forma de vivir y dejar paso a realizar las cosas conscientemente. He sido muy ansiosa y acelerada y al final ello me ha llevado a la reflexión, a discurrir en soledad. Hay que hallar el equilibrio y llegar por nosotros mismos a ese momento de percibirlo.
¿Dónde se encuentran los mapas de lo oculto?
A veces no sabe uno dónde los tiene hasta que viene otro y se los encuentra.
¿Qué hay de desatino, de despropósito en el camino?
Ahí encontraríamos la visceralidad, el hablar cuando no se debe hablar, el decir cosas de las que luego nos arrepentimos. No dejamos de ser gatos encerrados y ahí surgen los desastres.
¿Qué tiene la poesía de confesión propia del poeta?
Todo, en mi caso. A diferencia de cuando escribo narrativa o ensayo, en el que hay satisfacción, en poesía es una regurgitación dolorosa que no sé cuándo va a venir pero que hay que expulsar dolorosamente. No es catártica en ese momento pero sí lo va siendo quizá con el paso del tiempo.
Su primer mandamiento: “Suplicar a los dioses noches baudelerianas”.
Hago referencia a su parte golfa, al sexo, al alcoholismo, a la intensidad de la vida.
¿La poesía viene del mar?
La de este libro sí. Me sobreviene mucho léxico del buceo, de los viajes por el mundo. El mar es ese gran desconocido, el silencio puro del mar que he sentido. Como una fórmula expresiva, un perfume marino.
¿Qué reflexión hay detrás de la humildad de ser mortal?
Somos hormigas flotando en el universo, con nuestro sufrimiento, con nuestro desgarro, pero estamos vivos, disfrutemos la vida.
Alcanzar las “Redenciones”
En este último apartado hallamos intensos poemas de amor carnal, muy sinuosos, verdaderos versos de deseo, pasión y entrega ¿Hay sendas imposibles para el amor?
Sí, el tiempo, el momento. Algunos de los más grandes flechazos se quedan en personas que no llegan a concretar por el momento vital de cada uno. Un amor que exige arrasar con entornos propios y ajenos se apaga duramente.
“Un amor que exige arrasar con entornos propios y ajenos se apaga duramente»
El mar, la sal, nadar… ¿Es eso la libertad?
Es la libertad por bañarnos casi como nacimos en el líquido amniótico del planeta. Te sumerges y te deslizas y eres libre. Además del sosiego que proporciona. El buceo exige tranquilidad, serenidad y felicidad.
1.000 rendiciones, 1.000 salvaciones, 1.000 liberaciones, para un final de paz. Como decía Baudelaire: “conservo más recuerdos que si tuviera mil años” ¿Cómo siente el “spleen” nostálgico?
Para mí, el “spleen” es la angustia existencial connatural al ser vivo. Hagas lo que hagas, atesores los mayores triunfos, siempre hay una punzada de insatisfacción de fondo. Baudelaire habla del “aburrimiento, fruto de la melancólica falta de curiosidad”. Y también de “ser una roca de granito rodeado de una ola espantada”. Esa ola espantada sería para mí la reciente pérdida inesperada de un ser muy cercano.
Menciona Baudelaire el discurrir del “agua verde del Leteo”.
El Leteo nos permite evitar el recuerdo de lo que ya no volverá y apreciar lo que todavía no tenemos. Aunque funcione como un autoengaño.
Sin embargo, la “Esperanza vencida” baudeleriana no tiene cabida en su voz poética.
Baudelaire era un ser desgarrado, murió con 46 años. Mientras haya seres humanos la esperanza no desaparecerá. Es mágica la capacidad de conexión, de personas inesperadas que ocupan un lugar y te sorprenden. La capacidad de saber estar abiertos es la esperanza.
Baudelaire pretendía extraer la belleza de lo complicado, de lo desagradable. Marcado por la soledad se sentía atraído por el lado desagradable de la existencia. Fue innovador en los temas pero clásico en la forma. Idoia Arbillaga, toda metáfora y con una extraordinaria riqueza léxica, nos muestra el mar en clave de salvación, ahora y en el futuro.