Cercano Oeste en el Real Casino

Por José Antonio Martínez Abarca.

Se suele decir, en la actual sociedad acelerada, que una tradición es algo que se celebra una vez y, si se celebra dos o tres, ya se puede hablar de una larga tradición. Así, pues, podemos considerar que las exposiciones navideñas de pequeños muñecos clicks de Playmobil (en España, durante muchos años, los fabricó la concesionaria juguetera «Famosa» como «Famobil») en el Real Casino de Murcia, representan una larga tradición.

Las exposiciones de muñecos clicks (pertenecientes a coleccionistas privados, que pagan fuertes sumas por figurillas de fabricación limitada o difíciles de conseguir) han conocido de unos años a esta parte un boom gracias al recuerdo de los más grandes, de cómo jugaban cuando no eran grandes, y el descubrimiento fascinado de los más pequeños. Este año ha tenido lugar la recreación con clicks del Lejano Oeste norteamericano, con todos los detalles y personajes con que se supone debe contar el Lejano Oeste (exposición del 5 de diciembre de 2022 al 15 de enero de 2023). Un lejano oeste que a todos nos es muy cercano, desde al menos la generación de nuestros tatarabuelos. Una sola escenificación en el Real Casino que ocupa 75 metros cuadrados y que cuenta nada más y nada menos que con 5000 figuras. Tramperos, buscadores de oro, pistoleros, sheriff del lugar, buhoneros, tribus originarias amerindias, salones de bebida y juego, colonos, vaqueros…

Los clicks son juguetes a la antigua usanza que están conociendo una segunda época de oro en esta en época aparentemente tan poco propensa a sentir interés por ellos, como también ha ocurrido con las construcciones Lego, de las que también se hacen grandes exposiciones de éxito. ¿Quién dijo que los niños ya solo pueden ocuparse de lo que ocurre dentro de sus teléfonos móviles? Los actuales niños sienten exactamente la misma fascinación que sentían sus predecesores de hace pocas o muchas generaciones por estos simples muñequitos porque en realidad no son sólo muñequitos. Son figurillas que representan arquetipos que van en la masa de nuestra sangre desde tiempos y culturas inmemoriales, figurillas que, como todas aquellas que vienen desde la noche de los tiempos, conducen a la mente humana a un universo estilizado, solo en teoría simplificado y desde luego misterioso. Y el sentido del misterio no se puede perder, por mucho que cambien las costumbres de la gente, porque va en la propia condición humana. La imaginación va con nosotros, por mucho que en los últimos decenios se trabaje incansablemente para hacerla desaparecer de la faz de la Tierra.

¿Son, como suele denominárselas, «educativas» estas exposiciones de muñequitos clicks? Son algo más que eso, son iniciáticas. Inician a las personas en un sentido mágico, es decir, imaginativo de la realidad que, aunque entumecido en los últimos siglos debido al racionalismo, sigue ahí, oculto, esperando el momento para manifestarse. El procedimiento para que se manifieste este sentido mágico o imaginativo en la niña, el niño, el proyecto de persona, es muy sencillo: poniéndoles delante de una de estas evocadoras exposiciones. Lo demás lo hacen esas pequeñas pero potentísimas mentes -infinitamente más que las de los adultos-.

Cierta vez me contaron una significativa conversación con un niño de muy corta edad, que apenas había empezado a hablar con fluencia y que indica muy bien cómo funciona el «sentido de la maravilla» que llevamos los humanos dentro, no entumecido aún en el caso de la infancia. El niño dijo a un adulto, señalando: «¿Qué es?» «Son montañas» «¿están lejos?» «Sí, muy lejos» «¿Y por qué no vienen?». Ese niño era el que firma este texto pero podría ser absolutamente cualquier niño de cualquier época, porque ese sentido de la maravilla es algo universal, independientemente de las culturas.

Y las exposiciones de «clicks» de «Playmobil» son exactamente eso, montañas que vienen, sentido de la maravilla prodigiosamente fabricado en plástico, universos inmóviles en miniatura que cobran vida cuando los miramos a través de nuestra mirada interior.

José Antonio Martinez-Abarca.

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