AMORES QUE (NO) DUELEN

HISTORIAS DE UN SOLTERO DESENCANTADO. Por José Antonio Martínez-Abarca.
El amor, o duele, o no es amor. Eso mantiene el filósofo Fernando Savater en su último libro, dedicado a su esposa fallecida hace unos años. Savater confiesa que, desde el luctuoso suceso, está viendo pasar los días, pero ya no viviendo. Se ha sentado simplemente a esperar. «Señor, llévame pronto», se decía antes. Pero Savater no cree en ningún Señor que esté en el Cielo. Podríamos pensar que el desolado filósofo se refiere a que está viviendo el dolor de una relación fantasmal con su esposa muerta. Que sigue amándola pero ella ya no está físicamente para corresponderle. Alguien que no cree en la Salvación Eterna cristiana como el filósofo se aferra a la esperanza de que un día se convertirá en ínfima materia del Universo, tal vez materia oscura. Y entonces encontrará la materia que quede de su esposa, en algún lugar del espacio/tiempo. La idea es sobrecogedora. Pero creo que Savater, con lo del amor doloroso, se refiere también al amor entre los vivos.

“Love, Love Will Tear Us Apart” (2011) – Victoria Lucas & Richard William Wheater.

-Qué dramáticos os ponéis siempre los hombres con todo, querido. Mis amigas, es cierto, aún piensan que los hombres no se enamoran de verdad, que son todos, como se suele decir, unos cabrones, y no te me enfades. Tengo una que a pesar de no ser feminista llega a decir, de broma y entre risas, naturalmente, que «el mejor de ellos, ahorcado». Yo sé que eso no es más que un lugar común, derivado de un gran error de percepción de las mujeres. Sé que los hombres no siempre sois unos cabrones, que os enamoráis, y cuando lo hacéis siempre es mucho, tal vez demasiado…

-Sí, querida. Los hombres, cuando se enamoran, siempre es demasiado sencillamente porque no es un «como si», es de verdad, hasta sus últimas consecuencias. Y no hablamos de posesividad, ni de celos, ni de chantaje emocional, sino de amor puro, perenne y desinteresado. Tienes razón cuando dices que los hombres nos ponemos dramáticos, que somos unos agonías para todo. Eso es porque un hombre, cuando decide quitarse la coraza, no se resguarda, va a por todo. Que lo maten psicológicamente parece un precio asequible a pagar, cuando la pasión y la entrega lo ciegan. Y cuando su pareja lo abandona, bien por muerte o bien por irse con otros u otras, el hombre se dedica a autodestruirse porque cree que todo ha dejado de tener sentido. Una mujer es muy raro que se autodestruya. Las viudas florecen. Siempre guardan a buen recaudo una parte de ellas, no como ellos, que ponen sobre la mesa de apuestas el cien por cien. Con el desamor, «beben vino barato y mueren pronto», en definición de Houellebecq. Bueno, habrás visto alguna película de cine negro, cuyo argumento siempre va sobre estas cosas…

-Uf, querido, ¿ves cómo todo lo lleváis al extremo? O lo llevas, no quiero decir que todos seáis iguales. En realidad no somos las mujeres las que esperamos un príncipe azul, sino la mayoría de los hombres los que, en el fondo, aguardan siempre, normalmente en vano, a la princesa prometida. El hombre es un animal soñador. Y a uno de tus escritores favoritos, querido, ese Josep Plà que tanto te gusta, cuya obra completa te llena medio salón y que tan desaseado y misógino me parece, lo oí decir una vez que la mujer es «el ser antirromántico por excelencia». Si ser realistas, calculadoras y prácticas cuando se debe, para continuar con nuestra vida como si tal cosa, es ser antirrománticas, pues bueno, pues vale.


Una mujer es muy raro que se autodestruya. Las viudas florecen. Siempre guardan a buen recaudo una parte de ellas, no como ellos, que ponen sobre la mesa de apuestas el cien por cien


El amor doloroso afecta desde luego a las mujeres, y las perturba igual. Porque el amor, y el desamor, o son un poco locura, «fou», o no son nada. Pero, en las mujeres, en tantas ocasiones es un dolor que dura mucho menos tiempo que en un hombre, un ser menos adaptado en general a la vida y con un instinto de conservación, si se quiere decir así, menos desarrollado, o al menos un instinto de conservación que en la escala de valores masculina no es lo más importante, en ciertos casos límite. Las estadísticas de suicidios no dejan lugar a dudas. De cada cuatro suicidados, tres son invariablemente hombres. No es por el método violento elegido: es por la intención real de matarse. En muchos casos la decisión que lleva a eso es el amor doloroso, en sus diversas variedades. El amor no doloroso, en efecto, no existe, como la felicidad. Es un cariño, un bienestar doméstico, una comunidad de intereses, una costumbre, un qué dirán, lo que sea, pero no es amor con la intensidad debida. Hay una parte considerable de la población que nunca se ha enamorado, con lo cual habrán pasado por el planeta sin conocer lo esencial. Por muy armoniosa que sea la convivencia entre una pareja que se ama profundamente, tarde o temprano se presentará el dolor que desgarra. En forma de dificultades o en forma de pérdida, de duelo. Y el que lo experimente, entonces, sabrá por qué, según la ciencia, el segundo dolor más abrumador, tras la muerte de un hijo, es la huida de la pareja. Una huida que puede tomar dos direcciones contrapuestas, hacia el mundo y sus placeres o hacia la muerte.


El amor no doloroso no existe, como la felicidad. Es un cariño, un bienestar doméstico, una comunidad de intereses, una costumbre…


-Ya estamos otra vez con la muerte, querido. Qué cansino. Yo, como mujer, soy una vitalista…

-Y yo, como gran vitalista también, querida, encuentro que la vida se queda en muy poca cosa cuando nuestro enamoramiento que pensábamos correspondido se queda, de pronto, a veces de una noche para otra, en un frío saludo entre extraños. ¡Tiene tan poco sentido que los días de vino y rosas acaben así! En ese momento, como el filósofo Savater, escribir que cuando seamos materia del Universo nos volveremos a encontrar con Ella, convertida en un átomo de la misma materia, es la única y dudosa esperanza que nos queda…

Fernando Savater y Sara Torres en Venecia.


José A. Martínez-Abarca.

Un comentario en «AMORES QUE (NO) DUELEN»
  1. Definición casi perfecta de un hombre enamorado. La mujer qué describes es una persona, sensible pero práctica, pero sobre todo muy mujer. Enhorabuena, me ha gustado mucho

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