Por Loreto López.
Hoy estamos de celebración, la de los 170 años que cumple la fundación de esta histórica institución murciana, y es por ello que no hablaremos de una pieza en particular, si no del singular e importante conjunto que atesora en sus salas El Real Casino de Murcia que, ya de por sí, forman parte importante del mismo.
A lo largo de los 34 números publicados de RCMAGAZINE hemos venido mostrando algunas de las atractivas obras que componen la interesante colección artística del Real Casino de Murcia, aunque todavía quedan algunas sorpresas más por descubrir, con las que poco a poco iremos disfrutando.
En primer lugar es de destacar la sensibilidad que desde sus orígenes han tenido algunas de las sucesivas Juntas Directivas, aunque por circunstancias no siempre ha sido así, como gestores culturales, que ha dado lugar tanto a la conservación de un inmueble histórico espectacular, como al enriquecimiento de los fondos artísticos que lo decoran. Una loable acción que desde estas páginas y como amante del arte no puedo por menos que agradecer.
Un punto de especial inflexión supuso la convocatoria del año 1892 a pintores, de la que ya he hablado extensamente en números anteriores, con la que dieron inicio a la colección seis grandes obras, también por tamaño (2,12 x 1,35 metros), de entre los más destacables del momento: Hernández Amores, Picolo, Arroyo, Gil Montejano, Miralles, junto a los adquiridos poco tiempo antes de Agrassot, Serrate y Blay. Después vendrían otras muchas obras importantes: las dos esculturas de José Planes, en especial su premiado “Desnudo”, o de Ignacio Pinazo, las pinturas de Luis Garay o de Grau Sala, etc. En ese momento formaban parte de la Directiva algunas personalidades realmente interesantes, como el bibliotecario y hombre destacable por su cultura, D. Lorenzo Pausa, y al frente de la misma D. José Cayuela Ramón, inquieto comerciante de sedas, más tarde alcalde de la ciudad, jefe del Partido Democrático Murciano y miembro destacado de la masonería, bajo el símbolo Aníbal, llegando a ser Gran Presidente de la Gran Logia Provincial, sin lugar a dudas un personaje para la historia. A ese espíritu inquieto de finales del ochocientos debe el Casino algunos hitos relevantes, como la compra de las grandes lámparas de cristal de Baccarat que lucen en el Salón de Baile, o la adquisición de los inmuebles que posibilitarían la apertura de sus instalaciones a la calle Trapería.
Diversas han sido las formas de aumentar esta relevante colección. Por un lado, la posibilidad que ha ofrecido el Real Casino a artistas emergentes de dar a conocer su obra públicamente a través de las exposiciones temporales, compensada con la donación de una de ellas para nutrir los fondos, una apuesta por el futuro. Por otro, la organización de muestras de artistas ya consagrados para disfrute del público murciano, que ha podido gozar con ellas en un marco realmente incomparable, a veces también con la gratísima recompensa de una concesión. Algunas de las más recientes se las debemos al desaparecido maestro de los ángeles, Juan Antonio Molina Sánchez, a José Mª Falgas, con su retrato cuando aún era príncipe del que hoy es el rey de España, y al escultor Mariano González Beltrán, una bella “Maternidad” que ya luce en lugar destacado de la Galería Central.
Y, por último, la adquisición de piezas de gran interés de autores que ya forman parte de la historia, como “Mujer”, escultura de Antonio Campillo, o la pintura “La joven de las rosas”, de Obdulio Miralles, que desde hace poco podemos admirar como un nuevo tesoro.
Siempre el arte ha estado estrechamente ligado al Real Casino de Murcia y son tantos los nombres que conforman los fondos de su colección que, temiendo olvidar alguno, lo más indicado es dejar que ustedes mismos los descubran visitando sus mágicas salas, en un admirable recorrido que nos llevará por las Bellas Artes entre el siglo XIX y el XXI y del que este Real Casino de Murcia es, sin lugar a dudas, su mejor escenario.