La década de los noventa del pasado siglo fue, quizás, en la historia de nuestro Real Murcia, una de las más oscuras y decepcionantes. Sumidos en los arrabales del fútbol nacional -Segunda División B y Tercera División-, con un estadio en los estertores de su vida útil y una afición cada vez más abatida, desilusionada y desencantada, llegamos a la última temporada de la década (1999-2000) en la que, tras una regular campaña nos jugamos el ascenso a Segunda División en una liguilla de Play off junto al Granada C.F., Real Burgos y el equipo canario del Mensajero.
Después de un titubeante inicio de liguilla acompañada de la suerte en los resultados de los demás compañeros de viaje, se deja todo para el último partido en el estadio de Los Cármenes contra el Granada C. F.
El empate es suficiente para el equipo de la ciudad de la Alhambra. Nuestro Real Murcia tiene, por tanto, necesariamente que ganar el partido para lograr el tan deseado ascenso a la categoría de plata del fútbol español.
El partido de Granada se antoja muy difícil. Felipe Mesones, que, ironías del destino, era el entrenador del equipo andaluz, espera a un Real Murcia ambicioso por cuanto solo le vale la victoria. En los mismos términos se explica el técnico murcianista Crispi. La ciudad de Granada había amanecido ese 5 de junio de 2000 engalanada con los colores rojiblancos en la mayoría de los balcones de las viviendas de los granadinos. Hacía también mucho tiempo que el fútbol en Granada no disfrutaba de, al menos, la Segunda División. La seguridad de que el ascenso es una realidad está en la mente de toda la afición andaluza. El empate les basta.
Con un estadio de Los Cármenes a reventar y apenas mil aficionados de nuestro Real Murcia en una esquina de este, entre los que se encontraba el que esto suscribe, el árbitro gallego Bello Rebollo autoriza el comienzo del partido. Crispi había dispuesto un equipo que distaba poco del que había estado jugando toda la temporada. Los Viña, Carrero, Nacho Zaragoza, Aguilar, Luís Gil, Loreto etc., saltan al terreno de juego conscientes de lo mucho que se juegan.
La primera parte, con los equipos muy preocupados de evitar encajar gol, transcurre anodina y con apenas oportunidades. En la segunda mitad el murcianista Cuixart sustituye a Nacho Zaragoza en un intento de conseguir un gol que nos catapultara a la Segunda División. Y en esas, cuando las manecillas del reloj marcan las 20,24 horas, y el partido rebasa el minuto 63, Aguilar -que contrajo matrimonio un día antes en Santander y llega a Granada en vuelo Chárter unas horas antes del comienzo del partido- de un derechazo desde fuera del área bate a Notario. El gol pesa como una losa en el equipo nazarí y únicamente hay que esperar el pitido final para conseguir el ansiado ascenso.
Al equipo le esperaba un apoteósico recibimiento en la Plaza Circular al filo de la medianoche. La afición vibró a la llegada del autocar procedente de Granada que traía a la totalidad de la expedición. Les hicieron bajar y borrachos de alegría se bañaron en la fuente.
Al día siguiente, como ha sido habitual en todos cuantos ascensos de categoría ha cosechado el primer equipo de la ciudad en los, hasta entonces, noventa años de historia, el equipo fue recibido por el alcalde Cámara en el Ayuntamiento y por el presidente de la Comunidad Ramón L. Valcárcel, en San Esteban. Los actos oficiales concluyeron con la ofrenda floral a nuestra patrona, la Virgen de la Fuensanta, de la mano de los capitanes Daniel Aquino y Ricardo Carrero.