ARS CASINO. Por Loreto López.
Hace apenas unos días finalizamos los trabajos de conservación, pues la obra ya la restauramos en su momento, del magnífico gran aparador que actualmente ocupa prácticamente toda la pared este de la cafetería de socios. Este elemento forma parte del mobiliario original encargado por la sociedad del Casino a finales del siglo XIX, entre los años 1898 y 1905, a los talleres murcianos y que, a pesar de los mas de 120 años transcurridos y su uso continuado, todavía luce casi como el primer día a poco que se le mime y renueven sus acabados, signo de la calidad de las maderas, en este caso el roble, y del buen trabajo de ebanistería de sus artífices.
Momento es de rendir el merecido homenaje a aquellos artesanos que dejaron un espléndido legado, digno del continente que hoy tanto admiramos. Salvo en algunas excepciones, sus nombres aparecen en los libros de caja con el apunte de “carpinterías”, sin especificar demasiado sobre el objeto en cuestión al que corresponde, aun así, creemos que todos son merecedores de ser mencionados, pues nada desmerece en estos trabajos.
El primer tallista al que se alude, en relación con la ejecución de las piezas originales de las que saldrán los moldes para realizar las pilastras en escayola del Salón de Baile, es el de Santiago Roche en 1876, aunque en años sucesivos se le continúan haciendo pagos por los trabajos decorativos que por desgracia no son mencionados.
Francisco Rosa o Rosas, que de ambas formas es anotado, realiza trabajos de carpintería ininterrumpidamente entre 1886 y 1898. Ya en 1901 lo encontramos colaborando con Mariano Garrigós en el artesonado de la Biblioteca y también lo que denominan “cartelas de las cubiertas” de los Pasajes, sin que podamos discernir a qué hace referencia.
Por esos mismos años José Llanes, además de carpinterías varias, realiza los acabados como pulimentador de los muebles hasta 1898.
En 1890, José Noguera Arqués, trabaja en las decoraciones muebles del gabinete de la chimenea y la sala del piano, el gabinete sin duda corresponde al actual Congresillo y probablemente la sala del piano sería la actual antesala del Salón de Baile. Pero su aportación más destacada es el proyecto decorativo para el Salón de Billar en 1891, bajo la dirección arquitectónica de Justo Millán y del que por entonces era su ayudante, un joven Pedro Cerdán. En 1892 la administración del Casino liquida una deuda por dichos trabajos a la viuda de Noguera, fallecido durante los mismos.
Ya en 1894 Jerónimo Ruiz realizará 78 sillas para el Salón de Café, por un importe de 1.080 pts.; sin poder estar del todo seguros, creemos que se trata de una sillería, parte de la cual se conserva, que luce el anagrama del Casino de Murcia y está inspirada en aquellos muebles vieneses curvos de la marca Thonet, tan de moda en aquel momento y que en el barrio del Carmen de la ciudad de Murcia, frente a la estación del ferrocarril, tuvo una floreciente fábrica, la de “Alejandro Delgado y Cia”.
El nombre del diseñador y tallista Mariano Garrigós García (Murcia, 5 de agosto de 1852 – ¿?) aparece en los apuntes por primera vez en 1897, en relación con mobiliario indefinido y junto a otro artífice de apellido Rizo del que no hay más datos.
Pero serán los magníficos trabajos en la Biblioteca los que eleven la categoría de Garrigós, pues bajo su diseño se ejecuta entre 1898 y 1901 la galería superior, con sus bonitas 47 pilastras de nogal talladas, que contiene la gran librería y a juego esas curiosas mesas expositoras para la prensa y los boletines informativos, destinadas a la zona de lectura, por cuyos trabajos cobrará a lo largo de varios años la nada desdeñable cantidad de 10.761 pts. Para ellos cuenta con la colaboración de otro de los grandes nombres entre los ebanistas del momento, Mariano Ruiz-Funes.
Será precisamente Ruiz-Funes, cuyo taller se encontraba en la vecina calle de San Lorenzo, quien realizará todas las carpinterías modernistas de la zona de acceso desde la Trapería entre 1904-5, tanto la cancela principal y los hermosos marcos de las cristaleras de las Peceras como las puertas del Patio Árabe.
Sin duda, por estilo y primorosa ejecución en la talla, ese gran aparador con el que abríamos este artículo, corresponde al buen hacer de estos dos últimos ebanistas, cuyos nombres, junto con los anteriormente mencionados, forman parte de la historia del Real Casino de Murcia.