CINE. Por Pablo Sánchez.
18 años después de la triunfal acogida de La niña de tus ojos (Fernando Trueba, 1998), se estrena la secuela de esta película que consiguió una conexión con el público casi mágica. Quizá porque la regocijante galería de personajes que Rafael Azcona y el resto de guionistas crearon en esta primera parte eran tan humanos, tan reconocibles, que cualquiera podíamos identificarnos con ellos.
Ambientada en los años 50, la película narra las vicisitudes del rodaje en nuestro país de la superproducción americana La Reina de España, protagonizada por la estrella mundial Macarena García (Penélope Cruz) en el papel de Isabel la Católica. Al enterarse de la noticia también regresa a su país natal Blas Fontiveros (Antonio Resines), casi 20 años después de rodar en la Alemania nazi La niña de tus ojos. Aunque no es un trabajo redondo -se echa en falta mayor carga emocional y una mayor cohesión entre sus escenas- y sus 128 minutos pueden parecer excesivos, lo cierto es que La Reina de España se las ingenia para no aburrir. Quizá porque Trueba vuelve a impregnar, a envolver su obra de ese aura entrañable, casi mágica, que fue lo que hizo de La niña de tus ojos algo tan grande. Si La Reina de España funciona es por la ingente cantidad de humanidad que desprenden sus escenas, sus personajes, sus diálogos… En medio del dislate más absoluto, de las situaciones más rocambolescas y ese tierno halo a vodevil, todo huele a verdad.
Otra de las claves por las que la película funciona es porque no es nada pretenciosa y tampoco se toma muy en serio a sí misma. Se nota que, ante todo, lo que Trueba ha querido hacer es una comedia, que la gente vaya al cine a echarse unas risas. Y lo cierto es que lo consigue: a la mente me viene la descacharrante escena de Jorge Sanz o todas y cada una de las intervenciones de una Loles León en su salsa. Capítulo aparte merece la actuación de Penélope Cruz que, como la protagonista de la película, ha ganado un Oscar y nunca ha dejado de sentirse española a pesar de su fama internacional. Lo que hace Cruz en La Reina de España va más allá del elogio: llora, ríe, se enfada y hasta canta, sumando una nueva interpretación inolvidable en su carrera. Rodada en Madrid y Budapest con producción de Atresmedia y un presupuesto de 11 millones de euros, lo que la convierten en una de las películas españolas más caras de la historia, estamos ante una de las más bellas cartas de amor al cine jamás filmadas, una hermosa declaración de afecto a un oficio que en tiempos revueltos, donde la tristeza lo empañaba todo, tenía el maravilloso don de hacer reír al público. Y lo sigue teniendo.
CRÍTICAS EXPRESS
EL CIUDADANO ILUSTRE. La película argentina del año dirigida por los responsables de la también imprescindible El hombre de al lado. Seleccionada para los Óscar, El ciudadano ilustre es un triunfo cinematográfico incontestable, una obra con tanta sustancia y enjundia que hasta las subcapas tienen subcapas. Obligatoria visionarla dos veces para captar toda su esencia.
SULLY. Siempre he sido un ardiente entusiasta del cine de Clint Eastwood, pero sus últimas películas son un despropósito continuo. Sully certifica que el otrora maestro anda en sus horas más bajas y que debería considerar seriamente la idea de retirarse. Más cercado al telefilm de sobremesa, Sully es una película sin pizca de emoción sobre un suceso real. No es una película mala, pero se ve tan fácil como se olvida.