CAMPOS DE LAVANDA, PRECIOSOS PUEBLOS MEDIEVALES Y UNA LUZ ÚNICA QUE INSPIRÓ A LOS MEJORES PINTORES IMPRESIONISTAS
VIAJES. Por Eliseo Gómez Bleda.
Cuando dejamos atrás la ciudad de Montpellier y nos adentramos en la región francesa de la Provenza, situada al sureste de Francia, comprobamos porqué muchos pintores impresionistas se inspiraron en esta zona para realizar sus mejores obras. Su luminosidad mediterránea, junto con sus maravillosos paisajes, nos producen una especial “alegría de vivir”.
Lo primero que nos encontramos en nuestra ruta es el precioso y salvaje Parque Natural de La Camargue. Está situado a orillas del Mediterráneo, entre los dos brazos del río más grande de Europa occidental, el Ródano, que forma un grandioso delta donde abundan las salinas, los cultivos y las lagunas. También observamos sus famosos flamencos rojos y criaderos de toros y caballos, toda una fascinación para los amantes de la naturaleza.
Debemos hacer una parada y visitar Aigues- Mortes, ciudad fundada en el siglo XIII por San Luis. Con su aspecto de fortaleza medieval, fue el primer puerto en el Mediterráneo del reino de Francia. En su interior visitamos la plaza de San Luis, llena de tiendas y restaurantes.
Seguidamente nos dirigimos a la “romana” ciudad de Arles, con grandes monumentos de la época de Constantino y muy relacionada con varios pintores como Van Gogh, Picasso o Gauguin. Visitamos su anfiteatro romano “Les Arenes”, con una cabida de 20.000 personas, donde aún se celebran espectáculos como corridas de toros.
Continuamos recorriendo la ciudad y vemos el Teatro Romano, el Foro, las Termas de Constantino, los Criptopórticos, una red de galerías que sostenían el Foro (abiertas al público recientemente) y los Alyscamps, avenida funeraria con sarcófagos que discurre sobre la vía Aureliana.
Nos paseamos por el boulevard des Lices, lleno de terrazas y cafés, y seguimos el “circuito de Van Gogh”, que señaliza dónde el artista pintó algunos de sus más famosos cuadros.
Carrières de Lumieres es un espectáculo audiovisual único. Una maravilla que no debemos perdernos
A continuación visitaremos el pueblo medieval Les Baux de Provenze. Tiene unas vistas fabulosas y un bonito castillo, pero nuestro interés real es conocer Les Carrières de Lumieres (en español canteras de luces). Se trata de un espectáculo audiovisual único, en el que se proyectan grandes imágenes luminosas sobre las paredes de piedra de las inmensas galerías de bauxita, excavadas en la roca. Una maravilla que no debemos perdernos. Cada año la exhibición cambia de tema, el año 2018 será sobre Bosch, Brueghel y Arcimboldo.
Muy cerca está uno de los pueblecitos más bonitos de la Provenza, Saint-Remy de Provence, típico pueblo de la zona, con sus callejuelas y placitas, llenas de pequeñas tiendas y terrazas de cafés. Tiene un mercado los domingos que reúne a productores de frutas, hortalizas y vinos que nos encantó. Aquí vivió un corto periodo de tiempo Van Gogh, aunque su vecino más conocido fue Nostradamus, médico, astrólogo y autor de las famosas profecías.
Seguimos nuestra ruta y a una hora de camino llegamos a Aix-en-Provence, ciudad que me llamó mucho la atención por su gran ambiente callejero, sus pequeñas plazas y sus calles, llenas de restaurantes y bares. Todo el mundo está en la calle, me recordaba a nuestra plaza de las Flores de Murcia un sábado a mediodía. Es encantadora por su sol (300 días al año), por el agua (la llaman la ciudad de las mil fuentes) y por su maravilloso cielo azul. Las callejuelas del centro están salpicadas de edificios de los siglos XVII y XVIII (casi todas son peatonales), llenas de librerías, tiendas de ropa y comercios de todo tipo. Su calle principal es Cours Mirabeau.
Nuestra misión en esta bonita ciudad es pasear por sus calles y plazas, sentarnos en una terraza y tomarnos una café y visitar el ayuntamiento, arzobispado, Torre del Reloj, Ciudad Episcopal y la catedral. También es muy interesante pasarnos por la rue Gastón Saporta.
Existe una ruta a pie por el centro de Aix-en-Provence que nos descubre los lugares donde vivió y pintó uno de sus hijos más famosos, Paul Cézanne.
Salimos de esta alegre ciudad y nos dirigimos al Parque Nacional du Luberon, donde veremos unos pueblos de cuento de hadas, rodeados de unos de los mayores encantos de la Provenza, los campos de lavanda.
El primero en nuestro recorrido es Lourmarin, considerado uno de los pueblos más bellos de Francia. Está situado en la entrada de un pasaje excavado por el río Aigue Brun, en las montañas de piedra caliza. Es famoso porque en él vivieron y murieron dos grandes escritores: Albert Camus y Henri Bosco.
En sus calles nos encontramos con gran cantidad de galerías de arte, algún restaurante famoso, fuentes de estilos y épocas diferentes, una gran torre llamada “la caja de la sal” y muchas casas de época con fachadas renacentistas.
A partir de aquí nos esperan los pueblos situados en elevadas colinas que huelen a romero y lavanda. La mejor época para visitar la Provenza es desde mediados de junio a principios de agosto, cuando veremos en todo su esplendor los campos de lavanda, ya que su floración depende del clima de la zona, la altitud y la variedad de lavanda.
Llegamos a Bonnieux, otro pueblo colgado del Luberon que va ascendiendo en círculos concéntricos por la falda de una colina. Cuando llegamos a la cumbre vemos una iglesia de delgada aguja, la “Eglise Haute”, a la que subimos después de superar 85 escalones entre patios y pasadizos, pero que merece la pena. Desde la plaza de la iglesia veremos un auténtico paisaje provenzal. Aquí se rodó la película “Un buen año” de Ridley Scott. En las afueras visitamos el precioso puente Juliano construido del 27 a.C. al 14 d.C.
Gordes, precioso y encaramado en la roca, es otro de los clasificados como los “pueblos más bonitos de Francia”
Nos dirigimos ahora a Gordes, precioso y encaramado en la roca, es otro de los clasificados como los “pueblos más bonitos de Francia”. Antes de llegar paramos para hacer unas fotos. El panorama es extraordinario. Está situado en lo alto de una cornisa, con sus empinadas calles salpicadas de túneles que dan a la ladera. En lo alto hay una fortaleza del siglo XVI.
También vemos la iglesia románica del XII y el cercano pueblo de Bories, con sus ovejas, tanques de vino, trigo trillado, etc. Es como un museo de la vivienda rural.
En nuestro camino a Aviñón nos encontramos con, quizás, el paisaje más fotografiado de la Provenza: la Abadía cisterciense de Notre-Dame de Sénanque. Está rodeada de campos de lavanda y se llega por una angosta carretera. Se trata de un monasterio románico del siglo XII. La visitamos y nos encantó, es sencilla, austera y sin decoración, fiel a los preceptos cistercienses que la fundaron. Pasamos a su interior y compramos esencia de lavanda y música grabada por los monjes.
Llegamos a Aviñón, una auténtica joya de ciudad que por sí sola justificaría nuestro viaje. Su edificio más importante es el Palacio Papal, que a primera vista nos parece un imponente castillo más que un complejo religioso. En realidad es la fortaleza gótica más grande del mundo. Siete papas vivieron aquí en el siglo XIV, entre ellos Clemente V y Urbano V, época en la que se transformó la ciudad en una segunda Roma.
La imagen de la inmensa fortaleza con la puesta de sol es preciosa. Se sitúa justo al lado del Ródano, donde está el famoso puente de Aviñón -llamado de St. Bénezet- construido en el siglo XII. La leyenda cuenta que un pastor llegó a Aviñón con el mandato divino de construir un puente. Levantó una gran piedra y la lanzo al río: esta sería la primera piedra del gran puente que llevaría su nombre. Las crecidas del río año tras año demolían el puente y se volvía a reconstruir. Hasta que en el siglo XVII Luis XIV, el Rey Sol, no quiso reconstruirlo y es por lo que el puente esta truncado.En los viñedos que la rodean se produce un exquisito vino, el “Chateauneuf du Pape”.
Pasear por sus calles adoquinadas es una gozada, llenas de tiendas donde venden productos típicos de la Provenza. Comemos en uno de sus pequeños restaurantes la comida típica de la región: guiso de toro, cassoulet (una especie de cocido) y zarzuela de pescado y marisco.
Antes de nuestro regreso a casa nos desviamos cerca de Aviñón para visitar el Pont du Gard, magnífica obra de ingeniería de los romanos, del siglo I. Espectacular acueducto que se construyó sin argamasa. Se puede visitar, e incluso comer y bañarnos en el complejo que lo alberga.
La ventaja de este maravilloso viaje es que lo podemos hacer desde Murcia en nuestro propio coche. Basta con unos cuatro o cinco días. Es sencillo, se come bien y además es precioso.
Espero que lo disfrutéis y os guste como a mí. ¡Buen viaje!
RECOMENDACIONES DE ELISEO
– Sentarnos en la terraza del “Café La Nuit” en Arles, inmortalizado por Van Gogh.
– Ir al mercado de los sábados en Arles es un ritual.
– Tomar un Aperol Spliz en la plaza del hotel de Ville, junto a la Torre del Reloj, en Aix-en-Provence.
– Cenar al aire libre en alguno de los restaurantes de la plaza des Cardeurs de Aix-en-Provence.
– Visitar les Carrieres des Lumieres.
– Hacer una ruta por los campos de lavanda.
– Comprar comida típica en el mercado gastronómico de los domingos de St. Remy de Provence.