CONTRA CASI TODO. Por José Antonio Martínez-Abarca

La catedral de Murcia vuelve a estar con andamios, lo que me hace pensar que lo que se construyó para durar en realidad no dura. Hace poco más de veinte años de la última ambiciosa reconstrucción, donde se sustituyó y saneó toda la piedra que faltaba por una argamasa hecha de polvo y pegamento que los operarios disparaban con un potente difusor. La impresión que daban esos operarios en el venerable templo era más bien desmoralizadora, pero todo fuera por aguantar como se pudiera. Una ambiciosa reconstrucción que sirvió para dos siestas. Las ambiciones se quedan en nada también. La humedad aquí se lo come todo. La humedad basal, la que sube del nivel freático, es el agua en estado de hiedra venenosa.
La catedral de Murcia fue hecha con gran lentitud temporal como un gran castillo de arena. Soporta pocas oleadas de tiempo. La piedra dorada y blanda de la zona, excelente para hacer cucamonas cinceladas sobre ella pero que como piedra es poco seria, se convierte en pocos años, como estamos viendo, en una tiza blanquecina que se cae a montoncitos de los muros. Los turistas con las uñas un poco largas rascan aquí y allá y se quedan con una porción de catedral en los dedos. Imagino que en unos pocos días sería posible excavar con una cucharilla del café y llegar hasta la Capilla de los Vélez.
¿Cómo se mantiene en pie la catedral, si la piedra se descompone y degenera con tanta prontitud y facilidad? Supongo que por aquello que me dijo un día uno que fue presidente de los constructores de la Región: porque las obras tienden a no caerse. Es más fácil que no se caiga algo que el que se caiga, lo que va contra todo pensamiento intuitivo. La arena también tiene su orgullo y no quiere que se le desmorone lo que tiene encima, como el tullido que lleva en hombros a un ciego. No hay mucho remedio para la catedral, salvo ir haciéndole ambiciosas reconstrucciones a cada generación, y así se va tirando como se puede. El nivel freático diciendo que no y la gente diciendo que sí, en una discusión donde al final se llega siempre a las manos. El dinero que hay que gastarse no tiene mucho fin. La catedral de Murcia está saliendo carísima, en estos tiempos de tanto progreso y tan poca mejora se podría calificar de un costo inabordable, y supongo que es una de las razones por las que se tardó una eternidad en darla por acabada, aunque cada poco haya que empezarla de nuevo.
La arena también tiene su orgullo y no quiere que se le desmorone lo que tiene encima
Podríamos decir que la catedral padece aluminosis si estuviese hecha de cemento de mala calidad. Si hasta el monumento murciano de monumentos parece que puede desvanecerse de un soplido entre una nube de esta especie de polvillo de tiza calcárea, qué no ocurriría con el casco antiguo de Murcia. No todo fue debido a la especulación ni al desarrollismo ni al nulo respeto histórico ni estético que mostró una Murcia salida hacía no mucho del hambre a la que lo único que interesaba es tener un techo, aunque fuese de uralita. Todo eso lo hubo en proporciones probablemente mayores que en otros lugares de España. Pero la mayoría de construcciones que tan bien quedaban en las fotos antiguas estaban enfermas, corroídas. Los pilotes de madera que sostenían a muchas se encontraban podridos. Por mucho que las construcciones tendiesen a no caerse es posible advertir, en las viejas fotos, la inclinación de muchas de aquellas casas hacia el pantano que siempre ha permanecido por debajo. Las paredes y los techos, cañas y barro, ya no aguantaban, por mucho que hubiese un blasón un poco incoherente en la fachada, blasones que luego se han puesto, a veces de manera cómica, sobre cualquier edificio de vecinos. Con la catedral de Murcia se está haciendo un esfuerzo poco agradecido, porque el pantano acaba con todo en cuanto uno de despista para ir a por tabaco, como también el pantano se chupaba hacia abajo la casa Usher en el hundimiento moral y físico del célebre cuento de Edgar Poe. La catedral está de nuevo convaleciente, y los andamios son prácticamente su estado natural. Es una lucha que está perdida, es sólo cuestión de tiempo, pero la civilización consiste en resistir hasta donde se pueda.
