Una de las ciudades más bellas de Alemania
Viajes, por Eliseo Gómez Bleda

Supongo que muchos conocen las ciudades más famosas de Alemania como Berlín, Colonia o Múnich, pero no esperaba encontrarme este precioso descubrimiento: Heidelberg es encantadora por varios motivos, entre ellos su historia, arquitectura y su ambiente estudiantil. La ciudad tiene un encanto especial y un ambiente muy romántico. Se sitúa a orillas del río Neckar, en el suroeste de Alemania, y sus orígenes se remontan al siglo V. Es muy famosa por su bellísimo centro histórico y, sobre todo, por su prestigiosa universidad, una de las instituciones educativas más antiguas de Europa.
La mejor forma de ir a Heidelberg es desde el aeropuerto de Alicante hasta Fráncfort —hay vuelos directos que llegan en unas dos horas— y, posteriormente, coger el tren hasta Heidelberg en unos 50 minutos. Los meses más recomendados para ir son de mayo a septiembre. En verano no hace demasiado calor por su clima oceánico.

Empezamos nuestra ruta por la Universidad de Heidelberg, fundada en el año 1386. Es la más antigua y célebre de Alemania. De ella han salido varios premios Nobel de diversos campos y es la principal responsable del ambiente juvenil de la ciudad. También ahí fue descubierta, en el año 1907, la mandíbula del llamado “Hombre de Heidelberg”, una de las primeras pruebas de la vida humana en Europa de hace unos 600.000 años. La universidad es un importante centro internacional de competencia médica. Es una de las instituciones sanitarias más prestigiosas y está relacionada con algunos de los mejores científicos del mundo, por eso Heidelberg es también conocida como la “ciudad de la salud”.
La universidad es un importante centro internacional de competencia médica
A espaldas de la Universidad Vieja, en una calle muy estrecha, hay una curiosa construcción: la “cárcel de estudiantes”. Entre los años 1778 y 1914, a los estudiantes que cometían alguna falta menor como participar peleas, pequeños robos o emborracharse, los encarcelaban ahí. Dependiendo del delito, podían pasar días, incluso semanas, privados de libertad. Más adelante se convirtió como en una especie de rito entre los estudiantes, por el que cualquiera que se preciara debería pasar por la cárcel. En la actualidad está muy bien conservada y merece la pena visitarla. Existe una opereta llamada El Príncipe Estudiante, cuyo escenario es la Universidad de Heidelberg, que cuenta la historia de un príncipe ficticio y capta la esencia de la vida estudiantil, el amor y la camaradería en la institución.

Siguiendo con la ruta, se divisa al fondo el río Neckar y su precioso Puente Viejo, también llamado el Puente de Carlos Teodoro, quien ordenó su construcción. Con unos 200 metros de largo, siempre fue considerado el símbolo de la ciudad y aquí se encuentran las estatuas de Atenea y del propio príncipe Carlos Teodoro. La entrada del puente está presidida por una de las antiguas puertas de la muralla de la ciudad, con sus dos torres gemelas, y la estatua del Mono del Puente, la mascota de la ciudad. Uno no se puede ir de la ciudad sin tocarle el platillo que sostiene. Cuentan que da buena suerte y, si se toca al mono, uno se asegura el retorno a Heidelberg; el espejo es signo de riqueza; y acariciar los ratones asegura la fertilidad.
El gran monumento de la ciudad es su castillo, uno de los lugares más visitados de Europa
Sin duda, el gran monumento de la ciudad es su castillo, uno de los lugares más visitados de Europa —más de 14 millones de visitantes al año— y donde se dan cita numerosos pintores y fotógrafos. Durante más de 400 años fue la residencia de los condes palatinos. En los jardines y la terraza se disfrutan unas vistas fantásticas del río y de los tejados de la ciudad. El portal de Elizabeth, que se encuentra en los jardines, es muy romántico. El príncipe ordenó que su construcción se realizara en una sola noche para que, al día siguiente, cuando despertase la princesa, tuviese una sorpresa por su cumpleaños. En el patio gótico-renacentista se hallan las dos fachadas principales del castillo, que son de las más bonitas al norte de los Alpes. Dentro está el precioso Museo Alemán de Farmacia, que posee la colección más extensa del mundo en la historia de las farmacias, desde la Edad Media hasta principios del siglo XX. Otro de los alicientes del castillo es el barril de vino más grande del mundo, con una capacidad de 220.000 litros y que tiene una escalera para poder subir. Cuenta la leyenda que el guardián del tonel, siempre que era preguntado por si deseaba otra copa de vino, contestaba “Perché no”, en italiano. Así, pasó a ser conocido como Perkeo.

Para no subir andando al castillo, se puede utilizar el funicular más moderno de Alemania, que está en la plaza del Grano o Kornmarkt. Aquí también hay unas preciosas casas barrocas y la estatua más bonita de la ciudad en honor a la Virgen María. Además, disponen de otro funicular, que es el más antiguo de Alemania —data de 1907—, con el que se puede subir hasta la cima de la montaña de Konigstuhl.
El centro neurálgico de la ciudad es la plaza del Mercado, la Marktplatz, donde se sitúan el Ayuntamiento, la Iglesia del Espíritu Santo —desde la torre de la iglesia se admiran unas fantásticas vistas—, la fuente de Hércules, que data del año 1710, y la Zum Ritter, la casa del Caballero, un edificio de piedra del año 1600 con una espectacular fachada roja, aunque en la actualidad es un hotel.
Otro de los alicientes del castillo es el barril de vino más grande del mundo
La Iglesia del Espíritu Santo es uno de los edificios que se mantuvo sin grandes daños a pesar de las guerras. Se empezó a construir en el año 1400 y se acabó en el 1545. Esta iglesia albergó la Biblioteca Palatina, que fue robada en la Guerra de los Treinta Años y que, después, fue regalada al Papa. Merece la pena subir los 200 escalones de su torre para disfrutar de las vistas de la ciudad.
Muy cerca está la Karlsplatz, desde donde se ven las ruinas del castillo y pueden sacar unas buenas fotos del atardecer. Un poco más lejos del centro, y siguiendo la ribera del río Neckar, se encuentra la Abadía de Stiff Neuburg, fundada en el año 1130, rodeada de bosques y campos para pasear tranquilamente y degustar una buena cerveza en el monasterio. Otro sitio muy interesante que descubrir es el paseo de los Filósofos, que es un sendero al otro lado del río que llega al jardín de los Filósofos, donde se asentó un círculo de conocidos poetas, siguiendo los pasos de Goethe, quien había vivido en esta ciudad.

El centro antiguo de Heidelberg cuenta con multitud de calles estrechas y pintorescas, pero la Hauptstrasse es la calle peatonal principal. A lo largo de sus 2 kilómetros se encuentran todo tipo de bares, restaurantes y tiendas. Aquí se celebran los principales eventos y es donde se instala el mercadillo de Navidad, el de artesanía y la gran pista de hielo. En la actualidad es una de las calles peatonales más largas de Europa y, además, hay preciosos edificios, como el hotel Ritter St. Georg.
Heidelberg merece una estancia de, por lo menos, dos días para disfrutar de su encanto romántico, preciosos paisajes, su arquitectura histórica y una atmósfera encantadora. La comida típica principalmente se compone de platos calóricos, como el Saumagen —un estómago de cerdo relleno de carne curada, tocino, salchichas, patatas y castañas dulces—, el Leberkase —un pastel con una mezcla de carnes picadas, hígado de cerdo, tocino, ternera, cebolla, sal y orégano, horneado y cortado en gruesas rodajas— y, por supuesto, el codillo alemán —marinado, cocido y después asado—. Todo esto acompañado del tradicional bretzel, un típico pan salado alemán.
El centro neurálgico de la ciudad es la plaza del Mercado, la Marktplatz
Sus dulces más típicos son el Apfelstrudel, una pasta rellena de manzana. También son llamativos los Studentenkuss, traducido como “el beso del estudiante”, una especie de bombón de chocolate se servía a los jóvenes a modo de cortejo, si la chica aceptaba el bombón era que admitía el inicio de la relación y si se lo devolvía, rechazaba la pretensión del estudiante.
Los restaurantes más interesantes son el Palmbräu Gasse, Mackteufel y el Schnitzelbank. Los hoteles aconsejables son el Heidelberg Marriott, NH Collection Heidelberg y Goldene Rose, que están bastante céntricos. Merece la pena visitar algunas ciudades cercanas a Heidelberg, como Baden-Baden, Frankfurt, Wurzburg y, sobre todo, la preciosa Rothenburg Ob Der Tauber.
RECOMENDACIONES DE ELISEO
- Ir a la chocolatería Knosel y probar el “Beso del Estudiante”.
- Hacer una excursión fluvial por el río Neckar.
- Ver el barril de vino más grande del mundo.
- Comer un codillo en el restaurante Palmbräu Gasse.
- Un paseo mañanero por la Karlsplatz llena de puestos del mercado.


Me encanta el recorrido q he echo de este viaje, he disfrutado como siempre de tus comentarios y explicaciones q son estupendos.
Gracias.