Por Santiago Delgado.
Las etimologías, correspondan a topónimo o no, significan poco en cuanto a señalar lo que las palabras son. Las palabras son entes vivos, que no responden siempre a su origen en ésta u otra lengua. Las analogías, la vida, la ignorancia o el interés de las gentes, llevan su significado donde nadie pudiera sospechar. Conocer la etimología de cualquier palabra no es haber aprehendido su significado, sino su origen, que es casi nada.
Con esa premisa, abordemos la indagación etimológica de algunas poblaciones y lugares de este Región de Murcia, sin más interés que la mostración erudita a secas. Y no es poco. Tampoco mucho, y desde luego, jamás lo será todo.
Mula es nombre romano y en ese contexto filológico significa rojo, color rojo. Y es una explicación visual al barranco donde se asentó la antigua Mula, la que fundaron o refundaron romanos, de conquista por el interior
Mula, a pesar de la resonancia equina de su nombre, no tiene nada que ver con el noble animal que tanto ha ayudado al ser humano desde siempre. Mula es nombre romano; ojo, latino antiguo, arcaico. No es latín clásico al uso, ni vulgar. Mula en ese contexto filológico significa rojo, color rojo. Y es una explicación visual al barranco donde se asentó la antigua Mula, la que fundaron o refundaron romanos, de conquista por el interior. Antes de llegar a los Baños de Mula, a la derecha, según se viene de Murcia, hay un barranco de almagre, en cuya cima llana se ubicaba la ciudad de Mula, la ciudad visigoda que Teodomiro de Orihuela, Todmir para los árabes, rindió al hijo de Muza, a la sazón Abdelaziz. Lógico que a lo que hay encima del barranco rojo, se le llame Mula. Luego, los árabes trasladaron la ciudad cabe el río y bajo el cerro del castillo, y siguieron llamando Mula a la ciudad que trasladaron, aunque ya no hubiera nada rojo que nominar.
Los papas católicos usaban, de liturgia mayor, unos zapatos como de charol, perfectamente rojos. Pues bien, a esos zapatos, los romanos llamaban mullae, mula en plural. El Papa Bergolgio los negó, usando tal gesto como el primero de los muchos que haría, y hace, después de su elección como Sumo Pontífice.
En la historia de la ciudad hay dos sucesos que señalan la errada etimología zoológica del topónimo. La primera data del tiempo de la Reconquista. Y sí, hay que decir Reconquista porque con Todmir todo el territorio era cristiano. Lo volvió a ser con Alfonso X. Mula, Lorca y Cartagena no quisieron entrar en la cesión de soberanía que los Ibn Hud hicieron al rey castellano, y hubo que sitiarlas. Ante la conminación del Maestre de Santiago Pérez Correa de que se rindieran, el caid mulero les dijo: “nos rendiremos cuando las mulas se echen a parir”. Con lo cual, los cristianos ahondaron en la procedencia zoológica del nombre de la ciudad. Como saben todos, las mulas, híbridos entre caballo y asno, son estériles, pobrecitas. La segunda la protagonizó el llamado Caudillo, quien al dirigirse al pueblo de tan noble ciudad, pensando que muleros sería ofenderlos, por lo humilde del oficio, les plantó el vocativo ya famoso para siempre:
-Hijos de Mula… -dijo el general, poco ducho en gentilicios. Y pasó por un motivo más a la Historia.
Muleños, ni hijos de Mula, ni muleros. Y, eso sí, más rojos etimológicamente hablando, que nadie.
@sanmadelmar