CUANDO LA NOCHE ABRIÓ SUS PUERTAS

FOTOGRAFÍAS: Clara Miñarro. Por Clara Miñarro.

El Real Casino de Murcia se sumó un año más a la celebración de la Noche de los Museos, una velada cultural que cada vez atrae a más visitantes

Todos hemos oído alguna vez que las noches esconden algo mágico, algo que atrapa, algo que maravilla y embelesa; que los lugares adoptan otra forma, otros colores y una esencia completamente distinta a la que se respira a plena luz del día. Lo mismo ocurre cuando entras en el Real Casino de Murcia, cuando tras pasar por sus puertas, la colorida belleza del Patio Árabe te invita a indagar y a descubrir los entresijos que se esconden en el resto de salas.

Fue durante la mágica Noche de los Museos cuando alrededor de 1500 personas acudieron a esta institución para contemplar milímetro a milímetro todo lo que en ella habita. Cada año, son más las personas que acuden al Real Casino en ese día. Una noche cultural que se lleva celebrando desde 1997 en todo el mundo. En Murcia, decenas de museos también abrieron sus puertas a los transeúntes que caminaban de un lado para otro por las calles de la ciudad.

Llegada la hora, un numeroso grupo de personas procedentes de distintas nacionalidades se aglomeraron en el Patio Árabe donde Javier Bruno, guía oficial de la entidad, inició la visita guiada en la que explicaba los detalles más singulares de cada una de las salas: la Biblioteca, el Congresillo, la Sala de Baile, el Tocador de Señoras, el Patio Pompeyano y el Salón de Armas. “Nunca antes había entrado al Real Casino”, confesaba una estudiante de la Universidad de Murcia, “es el lugar más bonito y elegante de la ciudad”, afirmaba con admiración.


«NUNCA ANTES HABÍA ENTRADO AL REAL CASINO», CONFESABA UNA ESTUDIANTE DE LA UNIVERSIDAD DE MURCIA, «ES EL LUGAR MÁS BONITO Y ELEGANTE DE LA CIUDAD», AFIRMABA CON ADMIRACIÓN


Esa noche, el Real Casino cobró más vida que nunca. Se escuchaban pasos relajados que se detenían ante las majestuosas esculturas de González Beltrán. Los flashes que desprendían las cámaras iluminaban las salas por completo mientras algunos conversaban sobre la antigüedad y la buena conservación de los cuadros del Congresillo. Había quienes se sentaban en los sofás de la Biblioteca y charlaban, y observaban la colección de libros que esta alberga en su interior. Decenas de personas también se detenían para contemplar desde la distancia la belleza de La Venus del Patio Pompeyano.

“A veces, los murcianos no somos conscientes de las joyas que tenemos en nuestra región” comentaba Francisca Martínez mientras realizaba la visita, “pero gracias a días como estos, la curiosidad nos despierta y salimos a la calle dispuestos a visitar museos que nos permitan conocer nuestra historia desde otra perspectiva”, añadía.

Aquella mágica noche, todos los visitantes de la institución coincidieron en algo: aquel lugar les había maravillado. Solo había que mirar sus rostros para deducirlo. Quizá fue por la belleza de sus salones, o por la magnitud de las lámparas del Salón de Baile; quizá fue por las esculturas que, situadas a ambos lados del ancho pasillo, te invitaban a recorrerlas una por una y detenerte frente a sus matices. Quizá fue por todo eso; o también pudo haber sido por la magia de la noche, que lejos de ser eterna, se refugió en cada uno de los rincones del Real Casino de Murcia.


Clara Miñarro

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