UN NUEVO CUADRO PARA LA PINACOTECA HISTÓRICA DEL REAL CASINO
ARS CASINO. Por Loreto López
Desde hace tiempo es evidente el gran interés de la actual junta directiva del Real Casino por enriquecer el patrimonio de la institución. Un aliciente más a la ya de por si atractiva visita al edificio civil más hermoso de la Región de Murcia.
La última adquisición es un espectacular cuadro de grandes dimensiones del pintor Antonio Meseguer Alcaraz (Murcia, 9 de agosto de1851 – 13 de agosto de 1914): el titulado “Agua de la Sierra” que, en la fecha de su ejecución, 1897, fue objeto de atención en la prensa local, calificándolo como una de las mejores obras de este autor.
Meseguer nace en el murciano barrio del Carmen. Demostrando desde niño su afición a la pintura, con solo doce años ya lo encontramos matriculado en las clases de la Academia de Bellas Artes que se impartían en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, siendo uno de sus profesores Federico Mauricio Ramos, quien estimulará la afición del joven Antonio. Pero sus padres, en un intento de desviar la carrera de pintor, le envían a Madrid a estudiar notaría, siendo allí donde encontrará un mayor caldo de cultivo, con continuas visitas al Prado y a cuantas exposiciones se realizan en la capital y produciendo numerosas obras que envía a los diferentes certámenes nacionales y provinciales; nada puede desviar su vocación artística.
No podemos decir de Meseguer aquello de que “nadie es profeta en su tierra”, pues el reconocimiento de sus paisanos, en especial el de la prensa, es ininterrumpido desde casi el inicio de su carrera.
En 1876 marchará a París durante cuatro años, becado por la Diputación Provincial, aunque su formación continuará durante los siguientes años, visitando Londres y recorriendo Italia, visita casi obligada de todo artista. Ya en 1883 lo encontraremos de vuelta a su Murcia natal, donde residirá hasta su fallecimiento, con escasos periodos en los que se desplaza por trabajo a Torrevieja y Almería.
No podemos decir de Meseguer aquello de que “nadie es profeta en su tierra”, pues el reconocimiento de sus paisanos, en especial el de la prensa, es ininterrumpido desde casi el inicio de su carrera, con encargos continuos de obra de los más variados géneros, especialmente en el de retratos. Como curiosidad se puede añadir que eran muy alabados sus retratos infantiles post mortem, costumbre en boga por aquel tiempo.
De su producción en pintura decorativa, también abundante, aun podemos ver el techo con “La gloria del pastelero” en la confitería de Ruiz-Funes, hoy Viena, de Murcia. No tuvo tanta suerte el techo que realizó para el Tocador de Señoras del Casino en 1886, el llamado “Tocador de Venus”, del que se pudo ver durante la última restauración del inmueble algunos fragmentos muy deteriorados, ocultos por la actual pintura de Marín-Baldo. También en 1891 intervino en la restauración de las decoraciones de lo que denominan “la sala de conversación” del Casino, aunque la falta de datos impide saber cuál era su ubicación.
“Agua de la Sierra” en la fecha de su ejecución, 1897, fue objeto de atención en la prensa local, calificándolo como una de las mejores obras de este autor.
Pero como todo cambia, también el éxito de nuestro pintor ira decayendo con el paso de los años y, finalmente, para poder sobrevivir, habrá de ser profesor de una nueva generación de pintores: Garay, Flores, Almela, Joaquín, etc. en aquella Real Sociedad Económica en la que había iniciado su formación.
Pero hablemos de la nueva obra que a partir de ahora se podrá contemplar en el Casino. O mejor dejemos que hable la voz de sus contemporáneos al verla por primera vez:
AGUA DE LA SIERRA. CUADRO DE MESEGUER
En el Valle, donde accidentalmente reside, ha pintado nuestro amigo D. Antonio Meseguer un hermoso cuadro, que hemos tenido el gusto de ver cuando todavía tenía frescos los últimos toques de color.
Titúlalo su autor, con gran propiedad, “Agua de la sierra”, y representa dos mozas serranas que después de llenar de agua los cántaros bajan, con el suyo respectivo bajo el brazo, por una suave cuesta del monte, inclinando una sobre otra graciosamente la cabeza.
Este grupo, que forma el cuadro, es una preciosidad, bien se analice en detalle, bien se juzgue por impresión.
El viento hace replegar los bajos de les ropas de la monísima pareja, quedando al descubierto algo más que los pies desnudos, carnosos, de las dos robustas zagalas, cuyos contornos acusa la natural disposición de la falda recogida y el típico refajo de color.
Una de las mozas es morena, arrogante, garrida, luciendo un pomo de flores de almendro en los cabellos rizados por el aire; y le otra es algo rubia, más baja, de expresión infantil, y de ese contraste resulta tan bellísimo conjunto.
Ambas figuras son casi de tamaño natural, pues el pintor ha desarrollado el asunto en un lienzo que mide dos metros treinta centímetros de alto por uno treinta de ancho.
Si se aparta la vista de las dos figuras, cualquiera que conozca el pintoresco sitio del Valle, verá en el paisaje, que forma el fondo del cuadro, fielmente trasladados al lienzo, las perspectivas que desde allí se descubren, sus sendas festoneadas de tomillos, los pedruscos del accidentado camino, todo ello bajo un cielo diáfano, con una hermosura de luz, que da mayor resalte a la simpática pareja de muchachas.
El Sr. Meseguer ha estado inspiradísimo en esta su última obra, que como siempre, nos parece lo mejor que sale de sus manos.
Este cuadro estaba adquirido antes de terminado.
¡Y muchos que tuviera!
Reciba nuestra enhorabuena el reputado artista.
(El Diario de Murcia. 14 de marzo de 1897)
Disfrutemos también nosotros de esa visión, hoy tan diferente, de nuestra cercana sierra, de la lozanía y frescura de esas dos murcianicas, del colorido y la luz que emana de la pintura, recuperando el nombre de un artista murciano para el ya extenso catálogo de nuestra colección, Antonio Meseguer Alcaraz.