Hace 1700 años
Efemérides, por Leandro Madrid S.

En el año 325, siendo Constantino I único emperador de Roma, se celebró en la ciudad de Nicea, hoy İznik, el primer concilio ecuménico de la Iglesia Católica. Las reuniones tuvieron lugar entre el 20 de mayo y el 25 de julio. Asistieron 318 obispos, la mayoría de la Iglesia Oriental. El Papa, obispo de Roma, Silvestre I, no pudo asistir por encontrarse enfermo —o tal vez por la distancia entre Roma y Nicea. El Concilio fue convocado y presidido por el obispo Osio de Córdoba, consejero imperial, que murió en Sirmio, con 101 años, desterrado por orden de Constancio II a causa de sus diferencias religiosas.
Desde el año 311 los cristianos ya no eran perseguidos. El Edicto de tolerancia de Serdica les permitía practicar libremente su religión. Fue promulgado por el emperador Galerio antes de su muerte. En el 313, los emperadores Constantino y Licinio promulgaron el llamado Edicto de Milán, que era un mandato ampliado del de Galerio, con la restitución de los bienes de la Iglesia.

Existían en el imperio unas 1200 sedes episcopales que, hasta entonces, habían vivido en clandestinidad. Alrededor de un cuarto de los habitantes eran cristianos, más en oriente. Continuaron conviviendo diferentes confesiones religiosas con sus obispos y centros de reunión, siendo el arrianismo una de las más extendidas. El principal problema era la interpretación de la Trinidad —uno y trino, Dios, Hijo y Espíritu Santo—, tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Para poner fin a las divisiones y herejías de la Iglesia fue convocado el Concilio, donde se tomaron las decisiones, entre otras, de condenar el arrianismo y quemar sus publicaciones; definir el credo como manifestación de fe; limitar a los miembros del clero la convivencia con mujeres, excepto la madre o hermanas; y prohibir a los clérigos hacer préstamos con interés.
A pesar de todas estas disposiciones, no quedó unificada la Iglesia. Hubo herejías duraderas hasta el siglo VII, como el arrianismo, y problemas con el dogma. En el año 381, siendo Teodosio I emperador de Oriente, se convocó en la ciudad de Constantinopla el Segundo Concilio Ecuménico para imponer el credo niceno en todo el imperio. Ya unos meses antes, los tres emperadores, Graciano, Valentiniano II y Teodosio I, había publicado un edicto para que todos los habitantes del imperio profesaran el cristianismo niceno, también llamado católico, haciéndolo religión oficial.

En Hispania, desaparecido el Imperio Romano, durante la dominación visigoda, continuaba el cristianismo. Reinando Recaredo I se convocó el III Concilio de Toledo, que impuso el cristianismo niceno como religión oficial para todo el reino.
En el año 1054, siendo Constantino IX emperador de Constantinopla, y Miguel I el patriarca, hubo desacuerdos teológicos y de preeminencia con el papa León IX, que originaron el llamado Cisma de Oriente-Occidente. El imperio bizantino adoptó la religión llamada ortodoxa y no aceptó la supremacía del Papa de Roma.

