DE MURCIA AL CIELO. Por Carmen Celdrán.
Y no, no vamos a hablar del prucés ni de las relaciones económicas de las autonomías, regidas por el principio de solidaridad interterritorial. Como nuestros lectores saben, esta es una columna de cultura y hablaremos de ello.
El ara pacis o ara de la salud es una pieza de mármol de Carraca de poco más de un metro de altura labrada con motivos relacionados con la pax augustea que se encontró, al parecerm en un lugar indeterminado de Cartagena en el siglo XVI
La Ley de Patrimonio Histórico declara bienes de dominio público todos los objetos y restos materiales que posean los valores que son propios del Patrimonio Histórico Español y sean descubiertos como consecuencia de excavaciones, remociones de tierra u obras de cualquier índole o por azar, determinando que su destino será el depósito en museos o centros de investigación teniendo en cuenta su proximidad al lugar del hallazgo y las circunstancias que hagan posible, además de su adecuada conservación, su mejor función cultural y científica. Aunque esta ley es de 1985 (reformada en 2015), el concepto de “dominio público” se retrotrae en el tiempo, hasta los orígenes de nuestras leyes en Derecho Romano. Estos bienes que pertenecen a todos no son susceptibles de propiedad privada (son inembargables, imprescriptibles e inalienables, dice la Constitución). Que se lo digan, si no, a los propietarios de viviendas y negocios a la orilla del mar que, por mucho título de propiedad que ostenten, pueden ser deslindados y recuperados por el Estado en cualquier momento.
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Y en esta España nuestra, que la ley diga una cosa no significa que se cumpla de manera sistemática. En nuestro país, la competencia sobre bienes culturales corresponde a las comunidades autónomas, lo que nos priva de tener una autoridad única que decida sobre el emplazamiento de las piezas arqueológicas conforme a los criterios de la ley. En algunos casos prima el interés local o el simple recelo entre administraciones sobre el supremo interés general. El lector dirá que tal y como están las cosas hay ejemplos mucho más sangrantes de despropósito localista (sanidad, educación, política de seguridad, justicia) que la protección de bienes culturales. Y tendrá razón.
El ara pacis o ara de la salud es una pieza de mármol de Carrara de poco más de un metro de altura labrada con motivos relacionados con la pax augustea (pax, fortuna, salus y abundantia) que se encontró, al parecer, en un lugar indeterminado de Cartagena en el siglo XVI. El Obispo Sancho Dávila decidió regalarla al Señor de Espinardo, quien la ubicó en el jardín de su villa donde permaneció hasta finales del siglo XIX. El Cronista Oficial Antonio Botías desveló en 2013 que la Comisión Provincial de Monumentos de Murcia solicitó al Marqués de Argelita -propietario en aquel momento del altar- la entrega del ara para su exhibición en el museo arqueológico provincial. La negociación, narrada por Botías en la Verdad el 20 de enero de 2013, pasó por mil avatares e implicó no solo a la Comisión citada, sino también al Gobernador Provincial y a la Real Academia de San Fernando. Sin embargo, la gestión fue infructuosa, pues el marqués prefirió vender el ara al Museo Arqueológico de Barcelona, donde aún hoy continúa. No sabemos realmente qué motivos llevaron al marqués a desoir la voz del pueblo y trasladar el monumento a Barcelona. Los documentos publicados por Botías dan a entender el desencuentro entre los miembros de la Comisión Provincial y el representante del marqués. También es posible que el marqués planteara alguna petición de carácter económico y que resultara rechazada.
El asunto del ara pacis estuvo ausente de la agenda política de la Región durante todo el siglo XX, lo que supone una muestra del desprecio tradicional de esta tierra por los monumentos arqueológicos, hasta que Cartagena comenzó a florecer como capital arqueológica y cultural. En 1997 (un siglo después de la venta del monumento al arqueológico de Barcelona), el grupo socialista en el Ayuntamiento de Cartagena instó la cesión temporal del ara para la celebración del XXIV Congreso Nacional de Arqueología que se celebró en la ciudad departamental ese año y sirvió para mostrar al mundo el genial hallazgo del teatro romano de Cartagena. La pieza vino efectivamente a Cartagena con motivo del congreso, pero al término del mismo, volvió a su lugar de origen, el arqueológico de Barcelona.
En 2006 una nueva iniciativa, esta vez del PP regional, planteó en el Senado la necesidad del retorno del ara a su lugar de origen. La moción fue aprobada, con el voto en contra del PSOE que prefirió no soliviantar a sus socios de gobierno, pero de poco sirvió. El gobierno de Cataluña rechazó la “injerencia” del Senado y el gobierno regional no supo o no pudo ejercer la fuerza necesaria ante Madrid y Barcelona para recuperar una obra que, tanto por razones museísticas como sentimentales, debe exponerse en su lugar de origen.
El asunto del ara pacis estuvo ausente de la agenda política de la Región durante todo el sigo XX, lo que supone una muestra del desprecio tradicional de esta tierra por los monumentos arqueólogicos
Ahora que el Gobierno de la Generalitat ha sido intervenido por el famoso artículo 155 y que, al menos en teoría, sus decisiones no deberían apartarse de la legalidad, es el momento de que todas las autoridades municipales y regionales, de todos los colores políticos, se plantaran firmemente en Barcelona, en Madrid o donde proceda, para reclamar que se cumpla de una vez la ley de Patrimonio Histórico y se devuelva el ara pacis de Cartagena a su ciudad de origen.