CICUTA CON ALMÍBAR. Por Ana María Tomás.
Hace unos años, una vieja canción de Víctor Manuel nos preguntaba que a dónde irían los besos que no llegábamos a dar nunca. Los besos esos que guardamos, cicateamos, negamos, o traficamos con ellos sin dejar que lleguen nunca a su punto de destino. Evidentemente, cada escuchador le daba una respuesta a esa canción que quedaba colgada, como un enigma, sin posible solución o con muchas posibles.
El prestigioso psiquiatra Jesús de la Gándara, profesor en las Universidades de Burgos y Valladolid, y autor de una veintena de libros, dedica uno de ellos a dar amplia cuenta de lo importante que son los besos para la salud física y mental de la persona.
Cada vez se está más concienciado de que somos un todo y de que el cuerpo no puede ir por buen camino si la mente no lo va, pero que ambos, es decir, cuerpo y mente no son más que vasallos del corazón y que, cuando este late feliz, todo marcha en armonía. Pero, para que este marche feliz, es necesaria una buena dosis de abrazos y de besos. Seguramente, muchos de ustedes habrán oído hablar de una amable señora hindú que se dedica a ir por el mundo dando abrazos. Y, por extraño que parezca, la gente hace cola para recibirlos.
Bien, pues ahora nuestro psiquiatra nos habla de toda una galaxia de hormonas que se liberan a través de los besos y que producen un buen número de reacciones en nuestro organismo causando unas sensaciones de felicidad, tranquilidad, bienestar y hasta efectos analgésicos increíbles, vamos “un elixir cercano al paraíso”. Él habla de que la intimidad del beso es superior a la del coito, razón por la cual las prostitutas dan sexo, pero no besos. Y dice que necesitamos, como mínimo, siete besos para que la máquina de la salud no chirríe por falta de grasa.
HAY TODA UNA GALAXIA DE HORMONAS QUE SE LIBERAN A TRAVÉS DE LOS BESOS Y QUE PRODUCEN SENSACIONES DE FELICIDAD, TRANQUILIDAD, BIENESTAR
Un beso apasionado consume calorías, nos hace mover un buen número de músculos, acelera el corazón y nos inunda de felicidad. Perfecto. Pero… ¿qué ocurre con aquellas personas que no han tenido la posibilidad de besar o ser besadas? No todos tienen familia, amigos, conocidos, que les quieran y que podrían, fácilmente, cubrir ese mínimo de besos que les permitan sobrevivir. Los jardines, las calles, las oficinas, los hospitales, los asilos, las residencias… están llenos de personas que no sólo no han sido nunca besadas con pasión, con deseo, con ternura, con cariño… sino que jamás lo serán.
La canción de Víctor Manuel quedó sin respuesta. Nadie sabe a dónde van los besos que no se dan, pero el doctor Gándara nos ha dicho a dónde van los besos que sí damos: van directos al corazón del cerebro, a la médula del alma, al centro neurálgico de la felicidad del ser humano. Ahora bien… una vez que sabemos las propiedades y posibilidades del beso, sería, no sólo interesante, sino beneficioso, saber cómo sobrevivir a la carencia del mismo. El diez por cien de la población mundial nunca ha besado y, tal como está el patio, creo que, aun siendo besos de Judas, hay que empezar a besar.